miércoles, febrero 08, 2006

PREMIO "PACIFICO DE ORO" - PARTE 1

Pacífico Grupo Asegurador otorgó el primer " PREMIO PACÍFICO DE ORO AL DESARROLLO E INVESTIGACIÓN MÉDICA", galardón que nace con el objetivo de alentar y reconocer la investigación médica en el Perú. La propuesta ganadora se titula " EFECTOS DE LOS COMBUSTIBLES DE BIOMASA EN EL APARATO RESPIRATORIO: Impacto del cambio a cocinas con diseño mejorado", presentado por el doctor ROBERTO ACCINELLI y su equipo de trabajo.
Discurso de Roberto en la entrega del Premio. Diciembre 2005 - PARTE 1
Cuando recibí la llamada del Dr. Eduardo Pretell Zárate, Premio Reina Sofía por sus investigaciones en bocio, mal endémico felizmente hoy erradicado en gran parte por sus esfuerzos, me sorprendí al anunciarme que había ganado el Pacífico Oro. Al escuchar mi voz de asombro, pues yo no había postulado a ningún premio y menos sabía qué era el Pacífico Oro, me explicó lo que ya esta noche hemos escuchado: qué es este premio, cómo es que se gestó y demás detalles. Debo agradecer en nombre del equipo ganador de esta distinción a los directivos de la compañía de Seguros Pacífico Peruano Suiza por la feliz idea de otorgar el Pacífico Oro y a los miembros del Jurado Calificador por el esfuerzo en la selección y calificación de los 146 trabajos evaluados este año.

Para mí ha sido este Premio un inmenso regalo, pues no me lo esperaba. Y con un trabajo que ni siquiera lo mandamos publicar, sino que nos lo publicaron sin nosotros saberlo en la revista de mi Sociedad Peruana de Neumología.

Los miembros del Departamento Médico de la compañía de Seguros Pacífico, a quienes también debo agradecer muy especialmente por todo el esfuerzo para hacer que esta noche todo salga perfecto, me pidieron que hiciera una semblanza de cómo se generó este trabajo.

Este pedido me ha obligado a pensar en cuándo y cómo se inició este trabajo. Pues... ¡Cuando aprendimos las primeras letras! De allí me viene a la memoria mi adorada madre, quien fue la que me enseñó a leer y escribir, pensando que así ingresaría a primero de primaria, lo que no ocurrió, pues en el colegio de La Inmaculada sólo me aceptaron en kindergarten. Y mi padre tuvo terrible razón cuando me puso en su colegio, “¡por la formación, hijo!” Allí encontré a Víctor Alba, quien hizo que gran parte de mi promoción quisiéramos imitarlo. Hoy ejercemos la medicina más de una decena de los 82 que concluimos la secundaria.

Y mi padre tenía razón. En La Inmaculada imperceptiblemente me grabaron en el corazón un amor por esta tierra que debe expresarse en actos silenciosos por los que como nosotros aquí nacieron, pero a diferencia de nosotros poco o nada tienen.

Y este trabajo comenzó cuando tuve que ir a un laboratorio de patología clínica para aprender lo que en la Universidad no me enseñaban. Empecé a hacer mis primeros análisis luego de haber dejado perfectamente reluciente, a criterio de mi más querido tío de cariño Dr. Gabriel Gurmendi Robles, el material de vidrio a usar. Y allí en un cálido ambiente de trabajo sentí cómo un Jefe puede estimular a que sus subordinados terminen el colegio, ingresen a la universidad y terminen la carrera, a la vez que cumplen con el trabajo que tienen asignado. Mi tío Gabi fue perdiendo así a sus más competentes colaboradores, pero el Perú ganó extraordinarios profesionales. Gran suerte la mía, que tenía todas las facilidades para estudiar.

Y lo logré: Ingresé por traslado a la Universidad Peruana Cayetano Heredia. Curso de Bioquímica. con el Dr. Alberto Cazorla. Nuestro grupo eligió como tema de monografía al adenosin monofosfato cíclico (AMPc), segundo transmisor, que acababa de otorgarle el premio Nobel a su descubridor. Y allí soñé que con lo aprendido podría hacer mi primer trabajo de investigación. En mis vacaciones del verano de 1973 empecé el trabajo de investigación que nuestro tutor, Dr. Roger Guerra García nos indicó: “Variación de los niveles de AMP-cíclico luego de la inyección de parato-hormona. Estudio comparativo de la respuesta en nacidos y residentes en la altura con residentes a nivel del mar.” Nuestro mentor le escribió al profesor Rasmussen, experto en paratohormona, quien contestó diciéndonos que debíamos mandarle congeladas las muestras de orina para su procesamiento en su laboratorio. Nunca se las pudimos mandar, porque el gobierno de turno no nos dio la autorización para adquirir los dólares para comprar la paratohormona.

Spiritus ubi vult spirat. El espíritu difunde por doquier. Es este el lema de mi universidad. Para un estudiante de primer año de medicina ver a los paradigmas de la investigación del Perú reunidos en la biblioteca del Instituto de Investigaciones de la Altura en su revista de revistas y escuchar luego sus amenas conversaciones... como aquella sobre pintura peruana... Todavía resuenan frases como “Sabogal era íntimo amigo de mi tío”... es algo que marca el alma y nos induce a soñar con que quizá algún día podremos hacer igual que ellos.

Un año después debí viajar con mi grupo de trabajo a la caleta Vidal a recoger muestras de heces. Buscábamos personas parasitadas con el Diphilobotrium pacificum, pero no encontramos ninguna. Lo que si nos ganamos fueron algunos suculentos almuerzos en casas de familiares de mi madre en Supe o en chifas de Barranca invitados por mi tío médico.

Antes de iniciar los estudios clínicos, ese verano, el de 1975, me tuvo por 15 días yendo todas las mañanas a un consultorio de un médico general en Barranca. Allí aprendí de mi tío más querido, Alberto Leey Caldas, lo que debe ser un médico. Recuerdo a una mujer que sólo entró a ese consultorio de médico provinciano para darle un pavo medio envuelto en una raída bolsa de tocuyo, pero menos raída que sus gastadas ropas... “¡Doctorcito, salvaste a mi hijita!” Cuando ella se retiró mi tío sólo atinó a decirme: “Son muy pobres. Yo nunca les cobro. Tuvimos suerte. Se curó con lo que pude darle.” Esta noche mi tío Alberto no puede estar aquí, pues su estado de salud se lo impide. Pero hoy lo siento al mirar el rostro de cada uno de mis maestros aquí presentes, de quienes aprendí lo mismo.

Determinar la frecuencia de enfermedad y desnutrición en un grupo de niños del sector El Milagro, Ermitaño Bajo, distrito hoy de Independencia, fue mi primer trabajo de investigación exitoso. Entre otros hallazgos encontramos que la desnutrición no era proteica, sino calórica. El Dr. Diego González, por quien guardo un profundo respeto, era quien nos acompañaba semana a semana en el trabajo de campo. Él y el grupo de profesores de Clínica Médica que a la vez eran maestros en Salud Pública, influyó determinantemente en la ejecución de este trabajo sobre leña, pues decidí imitarlos siguiendo el camino que ellos recorrieron. Y yo también hice mi Maestría de Salud Pública, al terminar la residencia de Neumología, para entender mejor un trabajo al leerlo, para diseñar bien un trabajo de investigación y para poder dar clases como ellos las daban.

El Servicio Civil de Graduandos me llevó a Tarma, pues allí estaba haciendo un trabajo de investigación el Dr. Eduardo Pretell Zárate, quien gustosamente nos incorporó en él. Pero quedé fuera del mismo porque los hijos de madres con deficiencia de yodo nacían en Tapo o Huasahuasi. Yo decidí seguir trabajando en Tarma. Pero cada 15 días venía a ver a Carmen, hoy mi esposa. Y cada 15 días toda la mañana del sábado la dedicaba el Dr. Raúl León Barúa a revisar los diseños o datos que íbamos avanzando. “Roberto, para investigar sólo necesitamos los ojos, una hoja de papel y un lápiz.” En estas clases personalizadas de investigación se generó este trabajo.

O cuando un domingo por la mañana el Dr. César Villarán Ferreyros revisó la información que habíamos recolectado sobre asma en la altura. De una mirada se le ocurrió este diseño: “Estudio comparativo de la respuesta broncodilatadora a fenoterol y a Sch-1000 (ipratropium) en asmáticos residentes en la altura.” Pueden ver cómo a los 15 minutos los asmáticos responden más al fenoterol que al ipratropium, pero ya a las dos horas la respuesta es semejante, para mantenerse a las 4 horas con el ipratropium mientras cae la respuesta al fenoterol. Estos resultados jamás se habían obtenido en otro grupo de asmáticos. Pensamos que una respuesta podría ser racial, pero repetimos el estudio años después en Lima y los resultados fueron como entre los asmáticos de otras latitudes siempre mejor con fenoterol. La otra explicación es la altura. Pero... ¿cómo? Fácil, es por la exposición crónica a los combustibles de biomasa. En esos momentos no sabíamos que la leña dañaba.

Regresado a Lima en las Conferencias de Tórax, reunión que hoy lleva ya 25 años, escuché preguntarle viendo una placa como ésta, a mi perpetuo mentor Dr. Amador Carcelén Bustamante, el Maestro, al Dr. Villarán: “César, esta patología no está en los libros anglosajones. Son mujeres con pulmones grandes, quistes en la base y un patrón obstructivo restrictivo.” Y no teníamos explicación. Pero el haber vivido en Tarma hizo que planteáramos que podía ser la leña la causa. Y comenzamos a preguntarles a estas señoras: “¿Cocina usted con leña?” Y la respuesta fue siempre afirmativa. Creímos haber hecho el descubrimiento del siglo. Y casi nos la creímos. Pero encontramos que en Nepal, China, Nueva Zelanda, India e incluso en Colombia se había ya observado lo mismo.

Desaprobado en repetidos exámenes de inglés ingresé a la recién abierta residencia de Neumología de mi universidad en el Hospital Nacional Cayetano Heredia. Allí el Dr. Carcelén insistía en qué había que evaluar el Programa Piloto de Tuberculosis, iniciado en 1972 en nuestro hospital. Decidimos hacerlo. No había las computadoras personales. Carmen, mi enamorada por 5 años, me enseñó que debíamos hacer tarjetas o fichas por cada paciente, que era como lo hacían en la compañía de investigación de mercados en que trabajaba, y que en lugar de hacer palotes debíamos separar por grupos las fichas según la condición que estábamos evaluando: Hombres aquí, mujeres allá. Y contábamos los montoncitos. Y así hicimos con Jaime Camacho la evaluación en el Perú de la primera cohorte de 615 pacientes con tuberculosis atendidos en condiciones de programa. Seguimos y hasta ahora no paramos. Son ya más de 100 las investigaciones que nuestro grupo ha hecho de tuberculosis.

Ya neumólogo mi profesor, Dr. Hever Kruger, me invitó al Congreso Nacional de Patología en Chiclayo. No recuerdo qué expuse. La película está detenida en nuestra conversación en el avión. Muy entusiastamente le referí los hallazgos con la leña. Y él me dijo: “Pues aprovechemos el experimento que ya tenemos.” Viendo mi cara de asombro siguió: “Mi madre es de Muqui, Valle del Mantaro. Ella siempre criaba a sus cuyes en las cuyeras que están debajo de las cocinas. Consígueme cuyes criados dentro y fuera de las cocinas y yo los estudio.”

Así fue. Los pulmones de cuyes de no más de 2 años tienen múltiples puntos y manchas de color negro. Al microscopio hay proliferación glandular bronquial, destrucción de los septos alveolares dando enfisema, nódulos antracóticos y zonas de proliferación fibroblástica.

Luego estudiamos a dos poblaciones rurales, una a nivel del mar y otra a 2,400 msnm. Encontramos que la relación flujo espiratorio máximo observado entre el predicho era menor de 1 y esta relación era más baja en las mujeres. Descubrimos que este fenómeno ocurría tanto en la costa como en la sierra y que la causa era la exposición crónica a los combustibles de biomasa, que había una relación inversa entre el número de años de exposición a combustibles de biomasa y la relación flujo espiratorio máximo observado entre el predicho, y que esta relación era menor entre las personas sintomáticas y mucho menor en las mujeres con síntomas.

Si bien sabíamos que las enfermedades respiratorias ocasionadas por humo de leña eran frecuentes en la consulta neumológica, desconocíamos su impacto a nivel poblacional . En Barranca una ciudad de costa y Tarma, 3050 metros sobre nivel del mar, hicimos un estudio aleatorio por conglomerados bietápico. 6.45% en Barranca sufría de bronquitis crónica mientras que en Tarma el 3.75%. De ellos sólo una persona fumaba diariamente, 5 cigarrillos, pero más del 80% durante su niñez había estado expuesto a combustibles de biomasa. Los niños expuestos a combustibles de biomasa presentaban mayor frecuencia de síntomas como tos matutina, disnea al esfuerzo y sibilancias: 13.7% vs 2.8%, 24% vs 13%, 31% vs 26% respectivamente, comparados con los niños no expuestos.

1 Comments:

Anonymous Anónimo said...

Muy buenos días.
Mi sinceras Felicitaciones al Grupo Asegurador Pacifo por el apoyo a la investigación médica.
Solo manifestarle que gustaría mas a los investigadores que dicha implemantación del Premio de Oro al desarrollo de la Investigación "médica" sea mas abierta, para dar oportunidad a las otras profesiones y/o actividades laborales. Con el unico fin de generar mayores competencias y reconocimientos de los invesigadores peruanos.

Me gustaria saber donde puedo encontrar o leer el trabajo.

Sinceramente
Lic. Florentino Aquiño
faquino@inen.sld.pe

1:48 p. m.  

Publicar un comentario

<< Home