domingo, julio 31, 2005

El Pisco es PERUANO

Reconocen la denominación pisco solo para producto del sur del Perú

Exportaciones se incrementarán desde los actuales US$500.000 por año. Solo el 30% de tierras aptas para parra pisquera son utilizadas. La Organización Mundial de Propiedad Intelectual (OMPI) decidió que en el mundo solo se puede llamar pisco al licor que los productores del sur del Perú obtienen de la destilación del fermento del jugo de uva o mosto.

El pisco fue inscrito como denominación de origen bajo el certificado N°865 de esta entidad perteneciente a la Organización de las Naciones Unidas. En lo inmediato solo 23 países tienen la obligación de oficializar el reconocimiento (los miembros del Arreglo de Lisboa) o, en último caso, justificar de manera técnica el porqué no lo hacen.

Teresa Mera, jefa de la Oficina de Signos Distintivos del Indecopi, destacó que ello facilitará que otros grupos internacionales hagan lo mismo en beneficio de nuestras exportaciones.

Los países de los que se espera una pronta ratificación son Cuba, Costa Rica, México, Haití, Francia, Italia, Hungría, Bulgaria, República Checa, Georgia, Israel, Portugal, Moldavia, Serbia y Montenegro, Eslovaquia, Burkina Faso, Congo, Argelia, Gabón, Togo, Túnez y la República Democrática de Corea.

En el futuro, la utilización del nombre pisco para referirse a cualquier licor, será prohibida en esos países, lo que supone un duro golpe para los productores de aguardiente en Chile.

De estos mercados, solo Costa Rica es un gran consumidor de pisco. Allá compran el 3% de nuestras exportaciones que en total suman US$500.000. Ecuador, Colombia, Venezuela, Bolivia, El Salvador, Panamá, República Dominicana y Nicaragua ya reconocen el pisco.

Jesús Hernández, presidente de la Asociación de Productores de Piscos y Vinos del Valle de Ica, piensa en el futuro: "Tenemos que seguir produciendo, actualmente solo el 30% de las tierras aptas para la parra pisquera se usan con ese fin. Aún exportamos muy poco".

Ya sea que se busque obtener un pisco aromático, no aromático o acholado, la inversión necesaria por hectárea de uva bordea los US$7.000 dólares. Después, es cuestión de extraer el mosto, fermentarlo unos doce días, calentarlo en alambiques por dos horas y media, brindar a la pachamama el primer chorro y llevar el resto a los tanques de reposo por unos cuatro meses.

Finalmente, embotellar, etiquetar y vender.

El enemigo aún está afuera y en casa , Dos enemigos aún tiene que vencer el pisco: La utilización del nombre pisco por el aguardiente de uva de Chile que, al usar agua y tener un proceso más simple, lo convierte en un licor de inferior calidad y barato (US$25 la caja de 12 botellas contra US$90 del pisco original, según Alfredo Gordillo, presidente del subcomité de pisco de ÁDEX).

En segundo lugar está la posibilidad de que el Congreso modifique la norma técnica del producto de bandera (justo la que acaba de ser aprobada por la OMPI) para permitir que el aguardiente de uva que se fabrica en el norte del país también pueda usar el nombre de pisco. Teresa Mera, del Indecopi, espera que esta iniciativa no prospere pues no tiene sustento histórico y por lo tanto, la modificación haría que la OMPI retire la denominación de origen.

Yolanda Vaccaro - Nota extraida del Comercio 27.07.2005 -

jueves, julio 21, 2005

Prevención de Secuestros

Algunas recomendaciones de FORZA

Algunas medidas de seguridad preventiva para impedir el accionar de la industria del secuestro y evitar que usted sea la próxima víctima:

· Evite ser predecible con horarios de salida y llegada a oficina, residencia y sitios públicos de relativa frecuencia. Cambiar la rutina y establecer horarios variados, es una buena alternativa para desorientar un secuestro.

· Si tiene menores de edad, interróguelos sobre lo que sus amigos y vecinos les pregunten acerca de usted. Instrúyalos y suminístreles información invertida.

· Evite frecuentar lugares de alto riesgo, ya sea por la zona de ubicación, bares, discotecas desconocidas o por la calidad de personas que asisten.

· La discreción es una regla de oro para su seguridad, en lo referente a información familiar, económica, profesional y de negocios. La precaución y la cautela refuerzan su seguridad. Sea incrédulo siempre, someta todo a cuestionamiento razonable (por qué, para qué, cómo, cuándo, donde, quién etc.) y evite aceptar invitaciones de dudosa procedencia.

· Reporte cualquier tipo de actividad sospechosa cerca de su casa, oficina, sector aledaño, con los vecinos, en las cajillas telefónicas etc. Usted puede salvar una vida o ser la próxima víctima.

· Maneje varias cuentas bancarias y distribuya su capital entre diferentes entidades. Recuerde que los bancos y las corporaciones son fuentes de información para la delincuencia. Nunca comente sus ganancias económicas.

· Nunca haga negocios por teléfono o en presencia de personas que no conozca. Los amigos son amigos hasta que se les despierta la ambición. Busque sitios privados y seguros.

· En caso de extorsión, siempre hay alguien muy cercano a usted que puede ser incluso hasta de la familia. Quien suministra la información es la persona menos pensada. Todos son sospechosos.

· Mantenga activado siempre un plan de emergencia para una situación de riesgo, extorsión, secuestro etc. Construya un código secreto con palabras y nombres en clave que solo conozca la persona de su absoluta confianza, cámbielo con frecuencia, practíquelo y mantenga reportando sus movimientos.

· Verifique los sistemas de seguridad de su sitio de trabajo; ponga a prueba el personal a cargo ya que puede haber fugas de información económica e industrial. Cambie con frecuencia claves de seguridad, llaves, guardas y rote el personal.

· Evite hablar de sus medidas de seguridad y manténgalas a prueba siempre.

· Establezca un sistema rápido y seguro de comunicación que le permita informar sobre cualquier situación.

· Use diferentes nombres para cuando lo aborden personas desconocidas. Nunca aporte datos reales a encuestas callejeras, cambie siempre de nombre, datos, dirección y teléfono.

· Evite abordar su vehículo en sitios descubiertos. Los parqueaderos son lugares de altísimo riesgo. Que no siempre sea Usted quien mueva el vehículo, intercámbielo con amigos, esposa, hijos o repentinamente aborde taxi.

· Antes de partir piense en la ruta por la que se va a movilizar y otra de alternativa. Informe a su conductor solo cuando esté en movimiento sin indicar el destino final.

· Evite lugares solitarios, movilícese por lugares transitados donde haya presencia de gente.

· Verifique la identidad de las personas que se presenten como BOMBEROS, EDEX, FISCALÍA, POLICÍA, TRANSITO, EJERCITO y demás autoridades del estado. Nunca acceda a ellos con facilidad, no descienda del vehículo y ponga en duda siempre su requerimiento. Por mucha certeza que tenga de ellos, haga que lo sigan hasta una estación policial.

· Evite cometer alguna infracción de tránsito para que los delincuentes la tomen como excusa para abordarlo.

· Permanezca siempre alerta con los obstáculos sobre la vía. Si percibe alguno devuélvase rápidamente. Una de las mejores trampas de los secuestradores es colocar algo en la vía que logre llamar su atención, fingir accidentes con heridos, vehículos dañados, etc. Manténgase siempre pendiente de estos indicios y evite caer en ellos.

· Nunca descienda de su vehículo cuando sea golpeado por otro. No se detenga en la vía por ninguna razón. Siga su camino pese a que alguien en la vía necesite su ayuda. Colabore si es posible llamando por celular organismos de emergencia.

· Verifique todos los datos de las personas que va a contratar. Deben ser analizadas hasta en su último detalle. Verifique fechas y concuérdelas con las personas que sirven de referencia.

· Los delincuentes son tan cínicos que pueden estar planeando su secuestro en frente suyo. Instale sistema privado y secreto de grabación de llamadas en su residencia y empresa; así sabrá qué personas lo rodean y lo que están planeando.

· Haga que su familia esté protegida por sus medidas de seguridad, pero no les de a conocer los detalles de la misma.

· No subestime su seguridad. Nunca piense que por ser buena persona, los extorsionistas y secuestradores lo van a eximir de ser su objetivo. Para ellos, usted es como un cajero automático, que con solo ponerle una tarjeta y hacerle presión en la pantalla, suelta el efectivo.

· Nunca negocie con personas sospechosas ni reciba dinero en sitios solitarios donde después pueda ser asaltados por ellos mismos.

.. Cortesía de Alfredo Price ..

Respuesta de Renán Delgado a Editorial de Peru 21 del 21.07.2005

Editorial Perú 21 - ¿ Candelojanas ?
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El Congreso quiere 'retomar' la lucha anticorrupción.

El planteamiento de un variopinto grupo parlamentario para que el Congreso "retome (sic) la agenda legislativa anticorrupción" es una iniciativa bien intencionada pero candelejona.

El paquete propuesto incluye normas como la referida a la imprescriptibilidad de los delitos de corrupción en agravio del Estado -lo cual requiere una reforma constitucional- o sobre sanciones a jueces y fiscales que incumplan su función en estos delitos. Hay muchas otras ideas que podrían explorarse para reducir los incentivos para la corrupción.

Sería ingenuo, sin embargo, creer que el escaso avance logrado durante los últimos años se explica por la falta de ideas o de leyes. El problema de fondo es, por un lado, que hay mucho interesado en enriquecerse ilícitamente a costa del Estado y, por el otro, que hay poca voluntad
política en los poderes públicos para combatir a la impunidad.

Sea por desidia o por complicidad, lo cierto es que no se ha observado una real intención del Congreso, del Poder Judicial, del Ejecutivo ni de la oposición política, por una lucha contra la corrupción que vaya más allá del discurso pomposo y vacuo.

La propuesta de los congresistas que plantean 'retomar' la agenda anticorrupción -como si esta realmente hubiera existido durante el régimen actual- es una respuesta a la justificada indignación que produjo la reciente ley sobre el arresto domiciliario, la cual colmó la impaciencia
por un sistema anticorrupción que, por las acciones y omisiones de los poderes del Estado, ya ha demostrado su colapso.

¿Alguien cree que el mismo Congreso corrupto y mediocre que promovió dicha ley, el presidente que se lavó las manos, el premier que prefirió mirar al techo, y el Poder Judicial que la nterpretó entre gallos y medianoche, van a apoyar la 'nueva' agenda anticorrupción?; Puede ser que se necesiten algunas nuevas leyes para combatir la impunidad, pero ninguna de estas será útil si no se aplican dentro de un régimen que tenga el coraje y la entereza para darle decencia al país. No perdamos el tiempo; mejor presionemos para lograrlo en el año 2006.

Augusto Alvarez Rodrich
Perú21 21.07.2005


Mail enviado por Renán Delgado a Editorial Perú 21
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Estimado Sr Alvarez:

En torno al tema de la corrupción hay toda una corruptela mental, valga el desatino gramatical, que comparten políticos, periodistas, abogados, procuradores, figurettis de izquierda y derecha, curas y en general todo aquél que opina sobre el tema. Esta consiste en considerar como corrupción solamente la que tiene por objeto apoderarse de una u otra forma, ilícita, soterrada, etc., de los fondos estatales. Por ello, es que se ha politizado tanto el tema y se exige primero la promulgación de normas especiales que castiguen ejemplarmente la corrupción y la creación de innecesarias entidades ad hoc como la procuraduría y fiscalías , juzgados, salas anticorrupción, etc. o sea la creación de nuevas fuentes de corrupción. En este sentido, el plantón del cura Bambarén es como una bomba apestosa tratando de diferenciarse del anhidrido sulfídrico que la compone.

La corrupción es simplemente el proceso por el cual algo bueno se descompone, se pudre; el proceso por el cual la persona en vez de hacer lo correcto hace lo incorrecto, o lo no aceptado por la sociedad, lo ilegal, etc. La corrupción siempre admite la utilización inapropiada de bienes públicos o privados en forma irregular, para alcanzar un beneficio individual o parcialmente colectivo. Desde este punto de vista es tan corrupto el pirañita como el cura pederasta, el alcalde coimero, el presidente que negocia una sentencia con un vocal de la corte, el juez que no cumple con los plazos a cambio de una prebenda o por flojera, el parlamentario que cobra por no hacer nada o peor aún por hacer burradas, el procurador que acepta el cargo, el violador, el asesino, el sembrador de coca, el presidente regional que la legaliza, el bloqueador de carreteras, el carnicero que adultera la balanza y el grifero que mezcla con agua el combustible y todos los etcéteras que usted quiera añadirle.

Es decir que la corrupción es un fenómeno de la vida ordinaria que, por lo tanto, debe combatirse con las soluciones ordinarias previstas por la ley ordinaria que deben aplicar las autoridades ordinarias, valga otra vez la redundancia.

Lo que sucede en el Perú es que nadie cumple con las normas ni los obligados a respetarlas ni las autoridades encargadas de hacerlas respetar.

Esto se da en todos los ámbitos, hasta en la iglesia católica como en el caso de las cartas falsas. Es un cáncer generalizado que desgraciadamente no admite otro remedio que el de la amputación y reemplazo. Como usted dice, se necesita "un régimen que tenga el coraje y la entereza para darle decencia al país" en su totalidad, no solamente en la política o en los poderes públicos. Se necesita de un liderazgo que IMPONGA la decencia y el respeto a la ley como estilo de vida de los peruanos. Creo, sin embargo, que para que ello ocurra es necesario un régimen moderadamente autoritario, salvo mejor parecer por supuesto.

Saludos,
Renán Delgado

miércoles, julio 20, 2005

Esperamos la Contribución a nuestra página Cultural

de Edgar Saba, Coco Guerra, Miguel Giusti, "Negro" Vega, Pablo Lesivic y cuantas personas quieran comunicar a nuestra promoción de alguna novedad , comentario, arte ...

Círculo Gallístico

martes, julio 19, 2005

Sobre los Gallos


** Contribución de Alfredo Price "



ORIGEN DEL GALLO DE PELEA


Desde épocas inmemorables; antes del invento de la escritura, el hombre dejo indicios de como era su vida, es así que en las pinturas rupestres encontramos junto al uso de la lanza, el arco, las flechas a los animales domésticos, de los que se alimentaba, siendo las aves los más frecuentes.

Por otro lado según la primera literatura de la cual se tiene referencia (Enciclopedia China escrita hace 1500 años AC.); se dice que los gallos de pelea llegaron a China desde el Oeste y se mencionan sus peleas. La India se encuentra al Oeste de China, por lo que es casi seguro que de ahí llegaron los gallos. Es posible que los sacerdotes budistas, al viajar de la India a China, llevaran consigo gallos de combate al Imperio Celestial. Los sacerdotes, en general, eran la casta más culta de la antigüedad y sus condiciones de vida los llevaron a dedicar su atención, entre otras actividades, a la cría y mejoramiento de estas aves.
En el Código del Manú, libro de las leyes de la India en el que se encuentra la historia de la creación, se establece que las peleas de gallos tuvieron lugar en China bastante tiempo antes de la era cristiana.
Tal vez por influencia cultural China la afición haya pasado a Japón. De esto nada se sabe y sólo se trata de conjeturas basadas en la ubicación geográfica de estos países y el hecho de que debido a las guerras internas por el poder, el triunfo de una dinastía provocaba la huida de los derrotados, los cuales emigraron al Japón y llevaron consigo sus pertenencias, con ellas el gallo de pelea. Así, el criador japonés empezó a desarrollar sus estirpes, y con la dedicación y paciencia que lo caracteriza logró obtener animales de calidad excepcional que aún subsisten. El gallo de pelea figura en escudos heráldicos de casas nobles japonesas de mayor abolengo.
Mientras que en el Oriente misterioso y legendario surgían estas estirpes de gallos fuertes, grandes, resistentes y de patas poderosas, el Bankiva fue diseminado en el resto del mundo por los viajeros, comerciantes y guerreros conquistadores, originándose así numerosas estirpes por doquier.
Se puede afirmar, basándose en las aseveraciones de diferentes historiadores, que durante su expansión al Oeste el gallo de pelea invadió Persia, Babilonia y Asiría.
Persia, que en un momento de la historia fue un imperio de inmensa extensión, riqueza y poderío, introdujo el gallo de pelea en su territorio a raíz de la conquista de Ciro sobre la India, el cual se aclimató rápidamente. El gusto por las peleas se generalizó con relativa rapidez, las cuales llegaron a formar parte imprescindible de los festejos. De esta forma, el gallo se popularizó.
En la escritura jeroglífica, la figura del gallo significa "doble disposición de animo" por ser este animal el símbolo del coraje y acometividad ante la eminencia del peligro.

Luis José Delaponte, orientalista Francés, en su obra Mesopotamia, admite que las gallinas eran conocidas por los persas. También dice: "Los animales, cuya existencia certifican los antiguos textos o representaciones figuradas son... (Prosigue el texto y concluye:)...y las aves de corral". Hehn cree que "el lugar original de los gallos de pelea fue la India, de donde emigraron hacia el Oeste con los invasores medopersas".

Por otra parte, Bruno Meisner, asiriólogo alemán, afirma que en Babilonia se conocían las gallinas, los gansos y las palomas.
Schwenzner escribe que en Babilonia las gallinas y los patos formaban parvadas al cuidado de un pastor, quien era un zootecnista primitivo y algo así como el veterinario más antiguo conocido.
Otras de las antiguas menciones que se hacen sobre el gallo en la literatura griega fueron escritas por los poetas Teognis y Epicarmo en el siglo VI AC.
En la antigüedad el gallo se había diseminado por gran parte del Oriente Medio. Entre los pueblos que lo conocían también estaba el judío. Esto lo confirma el Dr. Rabbi Davis, rabino y erudito de la Biblia, quien al interpretar los versículos 30 y 31 del capitulo 17 del segundo libro de los Reyes, dice: "Nergal fue un combatiente o gallo de pelea y los samaritanos lo adoraron como a un dios". También en Egipto hay indicios de su existencia; se han encontrado piedras talladas con figuras que representan al gallo.
Así, el gallo Bankivoide inició su diseminación por toda Europa a través de los dos únicos medios entonces posibles: mar y tierra.

Diseminación Por Mar


No existen datos seguros de cómo se introdujo el primer gallo de pelea en Europa septentrional. Todo lo que se puede decir al respecto son conjeturas basadas en la recopilación de datos históricos.
Los fenicios, pueblo de origen y lengua semíticos, habitaron en una región de Asia localizada entre Líbano y el Mediterráneo. Fueron los primeros internacionalistas que, apoyando y desarrollando la navegación, no reconocieron fronteras.
Su civilización era netamente mercantil y alrededor del año 1300 AC. iniciaron la colonización comercial del Mediterráneo, donde establecieron numerosas factorías y fundaron varias ciudades como Cádiz, Málaga, Cartago, etc. Eran mercaderes inteligentes y astutos, de espíritu explotador y errante, que cultivaron relaciones neutrales con los demás pueblos y controlaron el comercio marítimo desde Oriente hasta Occidente. Los fenicios comerciaban con Persia, país donde conocieron al pequeño bankiva de fama ancestral, y dado su espíritu de marcada inclinación hacia el juego, inmediatamente adoptaron las peleas de gallos como su diversión. Ellos se encargaron de transportar y establecer la cría de estos animales por las costas africanas y europeas del Mediterráneo, así como las del Mar del Norte que por su lejanía no eran visitadas con frecuencia. Entre ellas se pueden mencionar las de Inglaterra, Irlanda, Francia, Alemania, Bélgica, etc.

No se puede dudar que el ave diseminada por los fenicios en sus viajes era el bankiva, pues bankivas son las figuras ornamentales encontradas de esa época. Bankivas eran las aves heráldicas que aparecen en los escudos de armas de los pueblos visitados por los fenicios. Bankivas son los restos de gallos de entonces que han sido localizados. Bankivas eran las aves encontradas por los romanos en las Galias, Germanía y Bretaña, y bankiva es el prototipo que bajo tal influencia se fijó en el gallo doméstico.
El historiador Tomás Dempster, en sus anotaciones publicadas en 1642, asegura que también está de acuerdo con lo anterior y en sus escritos señala que el Gamecock (gallo de pelea inglés) era oriundo de Persia, y que los fenicios fueron los encargados de diseminarlo entre los pueblos del Mediterráneo.
Sin embargo, antes de que se registraran esos hechos ya había gallos en Europa septentrional. En Bretaña, Rusia, parte de Escandinavia, Alemania, los Países Bajos y el norte de Francia, existía un tipo de ave predominantemente de tipo mongólico, de gran tamaño y abundante plumaje, según se deduce de los restos encontrados en las tumbas de esa época. Los huesos muestran que las aves eran muy pesadas y su abundante plumaje indica que vivían en un clima extremoso.
Cuando el gallo bankiva llegó a Bretaña y demostró su calidad y de inmediato fue cruzado con el tipo mongólico, dando origen a gran cantidad de estirpes que se diferenciaban por las proporciones de sangre que habían intervenido en su formación.
Se sabe que los hombres salvajes de Bretaña eran navegantes muy hábiles y viajaban continuamente con fines comerciales y guerreros. De acuerdo con esto, es razonable suponer que establecieron colonias y puertos a lo largo de la costa de Europa septentrional, y dado su gusto por las peleas de gallos los transportaran y establecieran la cría y peleas por todos esos lugares. Los criadores locales fueron obteniendo animales prototipos de la región ó país de acuerdo con sus preferencias; así se habla del gallo inglés, francés, belga, etc.
Esto es lo que se puede decir de la diseminación del gallo bankivoide por Europa desde el punto de vista de la navegación por los mares. Nos falta analizar cómo fue su expansión por tierra.

Diseminación Por tierra

Doscientos años después de que Ciro El Grande conquistara la India, el imperio Persa, que estaba en su máximo esplendor, fue invadido y conquistado por Alejandro Magno, quedando el imperio oriental bajo el dominio griego.
Cuando los soldados conquistadores presenciaron las peleas de gallos se quedaron asombrados ante el valor y temeridad de estas aves, desarrollándose gran pasión por el espectáculo. Cuando los guerreros regresaron a casa, llegaron acompañados de algunos especimenes de estos admirables animales. Así llegaron los gallos a tierras helénicas.
Herodoto asevera este hecho cuando escribió: "... a la vez que el gallo se extendía desde Persia, también el gallo sagrado se extendía desde el templo de Hera a los alrededores...", y Aristófanes, el célebre comediógrafo, al mencionar las peleas de gallos en una de sus obras señala su procedencia persa y se refiere favorablemente a ellas.
Los griegos tenían verdadera pasión por las peleas de gallos. Hombres de todas las edades y condiciones sociales criaban y adiestraban sus gallos para el combate, dándoles de comer ajo y cebolla, según sus creencias, para aumentar su combatividad.
Hay un episodio en la historia griega que engrandece las peleas de gallos. El general ateniense Temístocles, el patriota incorruptible, aquel de la famosa frase: "Pega, pero escucha: tenemos que salvar a Grecia", antes de la batalla de Salamina, en la que un puñado de griegos derrotó al formidable ejército persa, detuvo a sus guerreros en marcha para mostrarles una pelea de gallos.
Preguntó a sus soldados si estaban dispuestos a hacer por la gloria de Grecia y la seguridad de sus familiares, tanto como hacían los nobles gallos ante su vista, que no daban ni esperaban cuartel y no cejaban en su empeño de triunfar ó morir tan sólo por el placer de vencer. Cuenta la historia que ante esta elocuente arenga, los griegos se enardecieron de tal manera que arremetieron furiosamente contra los persas, infligiéndoles una derrota decisiva que salvó a la civilización helénica.
En Grecia se obligaba a los jóvenes a asistir a las peleas de gallos para que aprendieran cómo luchar. En la ciudad de Atenas había una ley que ordenaba que todos los años se celebrara un torneo de gallos en el Teatro Principal, sufragado por el Tesoro Público, en memoria de la alocución dirigida por Temístocles para exaltar el valor de sus guerreros.
En las Tetradracmas, monedas de Atenas, se grabó un gallo con una palma en recuerdo de la instauración de aquellas riñas. También aparece la efigie de un gallo en las monedas de los dárdanos, gente troyana, que tenían grabadas dos gallos peleando, lo cual indica la gran popularidad de las peleas en la región. Además, la efigie del gallo fue grabada en las medallas de Itaca y Teamún.
Píndaro, máximo poeta lírico de Grecia, en uno de sus famosos himnos escrito varios siglos antes de nuestra era, hace alusión al gallo de pelea con el nombre de alektón, que utilizaron los poetas Simónides y Esquilo; el mismo autor cita, que en el año 490 AC, en una oda dedicada a Ergoclites, es exaltado por ser "belicoso como un gallo de pelea, en su propio corral"
Aristóteles, el célebre filósofo griego, en su Historia de los Animales menciona que los egipcios fueron los descubridores de la incubación artificial. Dice: " En ocasiones el huevo se incuba solo, como en Egipto, donde tienen la costumbre de enterrarlos entre el estiércol; también se ponen los huevos en vasos que se calientan; así son incubados y los pollos salen solos".
El culto a las peleas de gallos fue particularmente notable en la férrea y estoica Esparta. Este pueblo, celoso como ninguno, mostraba las peleas de gallos a la juventud como ejemplo de la inquebrantable voluntad de morir antes de ceder, y de procurar la victoria a cualquier precio sin importar nunca la fuerza y el poder del enemigo. Los gallos de Tanagra y Rodas (Rodea) eran los más apreciados, ya que pasaban por ser más belicosos "eran gallos grandes y fuertes, dotados de gran coraje". Después se prefirieron los de Media (Medes) y Calá (Chalsis).
Personajes destacados de la antigua Grecia eran aficionados a las peleas de gallos; se dice que Temístocles fue el primer gallero de fama; Idomeneo, rey de Creta y uno de los héroes de la Guerra de Troya, llevaba en sus escudos la efigie de un gallo de pelea; y Sócrates, el gran filósofo, tuvo al gallo en tal estima que al ser injustamente condenado a muerte, dejó un gallo como ofrenda a Esculapio, dios de la medicina.
De una forma u otra el gallo penetró en el ámbito religioso. Un gallo que salía triunfante en la contienda era escogido para ofrecerlo en sacrificio a Apolo. Sin embargo, se consideraba que la ofrenda era más efectiva cuando se destinaba a aplacar la cólera de los dioses del Olimpo ó para obtener sus favores. Plutarco menciona la existencia de una estatua del dios Apolo con un gallo en la mano, para significar el amanecer, agregando que los pitagorianos adoraban un gallo blanco
Los griegos colocaban figuras de gallos junto a Helios, divinidad que personificaba al sol y la luz. Onatas, estatuario griego, esculpió un gallo que colocó junto a la estatua de Idomeneo, al que la tradición suponía descendiente de Helios.
También se le atribuían funciones apotrópicas, divinidades que alejaban el mal, y posteriormente pasó a ser considerado animal octaniano, o sea, protector de las almas, como lo muestra una piedra grabada de la colección Stosch en que se representa a Persefonas y Demeter, divinidades.
En el caudal de costumbres y valores culturales que los griegos heredaron de los romanos estaban las peleas de gallos, que con el tiempo cobraron gran popularidad, incluso los historiadores definen que la palabra "Gallus", aplicada a los galos por los romanos, era un termino Celta original: "Gael", porque según contaba César, aquel pueblo peleaba bajo el estandarte de un gallo. Y Plutarco decía que el pueblo de Caria acostumbraba a llevar gallos en los extremos de sus lanzas.
Dado que el imperio Romano abarcó gran parte del mundo entonces conocido, y como en todos los reinos y regiones que llegaron a integrar. Se imitaba cuanto se hacía en la capital; puede afirmarse que las peleas de gallos se extendieron y popularizaron por todo el Imperio, obteniendo un auge inusitado. Petronio, escritor latino, certifica lo anterior cuando nos habla de los torneos que se efectuaban en diversas provincias del imperio.
Plinio naturalista latino, nos dice que en Pérgamo, ciudad de Asia, había exhibiciones de peleas de gallos al igual que combates de gladiadores cada año. No se deduce de sus escritos si el propósito de las exhibiciones fuera civil ó religioso, pero sí es claro que se trataba de una práctica en boga de su tiempo.
De la popularidad que entonces tenían las peleas de gallos dan testimonio los vestigios encontrados en diferentes lugares. Por ejemplo, en las ruinas de Pompeya se localizaron vajillas ornamentadas con gallos y un mosaico que data del siglo V AC., el cual se encuentra actualmente en el museo de Nápoles. Este mosaico muestra una fase de la lidia, que permite ver la similitud del espectáculo de esos días con lo que se estila actualmente.
Tema análogo al antes citado se observa en una escultura romana de aproximadamente la misma época, que representa a dos niños de corta edad: uno de ellos se aleja llorando, con su gallo muerto bajo el brazo, y el otro, con rostro gozoso, camina hacia el lado opuesto acariciando su gallo victorioso, que lleva en su pata izquierda una corona de ramas de pino.
También se han encontrado varias vasijas de considerables dimensiones; en las ruinas de Herculano, Pompeya y Roma. Todas decoradas con la imagen de individuos que sostienen sus gallos frente a frente en el momento que se disponen a soltarlos. El modo de manejar los animales y la posición de los soltadores es idéntico a lo acostumbrado actualmente. Se considera que este trabajo es de manufactura más reciente que las otras obras mencionadas.
En las catacumbas romanas existe una piedra grabada en la que dos niños incitan al combate a sendos gallos. Se piensa que su objeto fue enseñar a los antiguos cristianos cómo deberían luchar hasta la muerte defendiendo sus creencias.
El gallo figura en los bajos relieves latinos junto a divinidades como Marte, Mercurio y otros dioses, lo cual indica el carácter religioso que se le atribuyó.
En Cartago, por haber sido colonia fenicia, también se practicaban las peleas de gallos aún antes de su conquista por los romanos. Se sabe que tenían gran auge y popularidad durante los reinados de Amílcar Barca y de su hijo Aníbal, uno de los genios militares más grandes de la antigüedad, y que fueron imprescindibles en los festejos de las victorias.
Los generales romanos hacían peleas de gallos para entretener y enardecer a sus legiones, razón por la que su popularidad siempre fue creciente, y así cuando conquistaban un pueblo ó región, las peleas de gallos quedaban asentadas como una costumbre que rápidamente se arraigaba.
Sin embargo, no siempre los romanos llevaron el gallo de pelea a las tierras conquistadas. Hubo pueblos que ya los conocían y criaban con cierta técnica desde mucho antes que fueran dominados. Entre ellos se puede mencionar los habitantes de España, las Galias y Bretaña. Esto ya lo habíamos dicho cuando hablamos de los fenicios, por lo que no nos debe extrañar este suceso. Podemos decir que los fenicios difundieron el gallo por mar y los griegos y romanos por tierra.
De hecho tampoco los romanos se asombraron de encontrar aves de combate similares a las suyas que, como ya hemos visto, eran de tipo bankivoide, excepto algunos ejemplares de raza malaya encontrados en el sur de Francia, que llegaron ahí por vía marítima desde Madagascar.
Así pues, cuando Julio Cesar conquistó las Galias y Bretaña, encontró que las peleas de gallos eran familiares a los habitantes de esos países. Lo mismo observó cuando las legiones romanas llegaron a España. Al llegar los romanos a Bretaña se encontraron ante un gallo bankivoide de características bien definidas, al que se le habían dedicado muchos años de cría escrupulosa y que seguramente fue antecesor inmediato del Old English Game (viejo reñidor inglés), padre de casi todas las estirpes americanas.
De esta época data la pata de gallo con espolón artificial (espolón metálico de plata) descubierta durante las excavaciones realizadas cerca de Silchester, Inglaterra. Esto confirma que desde antes de nuestra era ya se conocía la confección y utilización de armas artificiales en las peleas de gallos. En esa misma región, como en Cornwall y en las cercanías de Londres, se descubrieron otros objetos que dan una idea de las modalidades usadas por los romanos en las peleas de gallos de aquel país.
En cuanto a Europa se refiere, tanto en Inglaterra como en la Península Ibérica se manifestó un deseo de perfeccionamiento mediante la cría y selección esmerada. Esta labor se vino desarrollando con empeño sostenido durante siglos y siglos, hasta que por méritos propios estas naciones llegaron a marchar a la vanguardia en la cría de gallos de pelea.
Durante la Edad Media no se suspendieron las peleas de gallos en Europa, y no se diga en Asia donde nunca han sufrido interrupción.
El historiador inglés Fitz Stephens habla de esta actividad cuando se refiere a la corte del Rey Enrique II (1154 - 1189), y hay varias constancias más de que las cortes medievales sucesoras siguieron practicando tal afición.
La primera contrariedad que tuvieron las peleas de gallos en Inglaterra fue durante el reinado de Eduardo III (1312 -1377), quien publicó un edicto prohibiéndolas. Este acto contrarió sobremanera a los nobles de la casa real, por lo que poco tiempo después se suspendió la prohibición. Mientras que en Francia en la página 408 de la Historia de los Inventos se manifiesta que las riñas de gallos fueron prohibidas como espectáculo público por orden del Concilio, en el año de 1260, debido a los muchos disturbios que provocaban, pero que así y todo, siguieron realizándose clandestinamente o con consentimiento tácito de los funcionarios también interesados.
Enrique VIII (1491 - 1547) erigió un palenque en Westminster y ordenó que se mostraran los gallos de pelea en las escuelas de toda Inglaterra y se les hiciera reñir como ejemplo de fortaleza, valor y energía. En el sistema escolar de Inglaterra no había clases los martes de carnaval; ese día estaba dedicado a las peleas de gallos en todo el país. Semanas antes del evento, los muchachos de las escuelas estaban obligados a dar dinero para comprar los gallos que se utilizarían en el festejo. A estas donaciones se les llamaba "Cock pennies" (peniques para gallos).
El rey Jacobo I (1566 - 1625), particularmente devoto a las peleas de gallos, y su hijo Carlos I (1600 - 1649) organizaban peleas en su propio palacio. A su vez Carlos III (1630 - 1685), hijo de Carlos I, tenía una estirpe de gallos conocida como Pyles. Eran gallos blancos con algunas manchas de rojo brillante que alcanzaron gran reputación mundial y los monarcas europeos los siguieron criando preferentemente. Se dice que este monarca dejaba las carreras de caballos por las peleas de gallos, pese a la marcada predilección social por las primeras.
Entre los criadores ingleses más destacados podemos mencionar al Dr. Bellyse, de Chester, a quien se le confirió el honor de representar a Inglaterra en una competencia internacional, saliendo victorioso de tan importante evento. El conde de Derby, también criador de caballos pura sangre, quien tenía sus famosísimos gallos colorados de pecho negro y patiblancos, que fueron base de gran número de estirpes de calidad excepcional.
La segunda prohibición en Inglaterra fue promulgada por Oliver Cronwell; la tercera y definitiva se decretó en 1840 y pese a que desde entonces prevalece esta prohibición, la afición aún se sostiene con gran popularidad. En Londres existió un lugar llamado Royal Cockpit, a donde, no obstante la prohibición, concurrían ministros, lores, profesionales, sacerdotes, industriales, comerciantes, terratenientes, etc.
Una de las galleras más antiguas de Londres se encuentra en la que fuera la residencia oficial de Winston Churchill, ya que su antepasado, el duque de Marlborough, fue un gran gallero y criador.
Durante la guerra peninsular los ingleses introdujeron sus gallos a España, impresionando a los de este país con la belleza de forma y plumaje de sus gallos. Herbert Atkinson nos comenta este acontecimiento cuando dice: "Cientos de gallos de pelea fueron embarcados y enviados a España por el duque de Wellington, por su ayuda de campo el coronel Mellish, y por muchos otros para divertir a la oficialidad y a la tropa". Posteriormente agrega: "No cabe duda que la mayor parte de estas aves fueron cruzadas con las nativas, por lo que podemos afirmar que por las venas de la mayoría de los gallos de pelea españoles circula sangre inglesa...".
Estos acontecimientos habrían de traer extraordinarios beneficios. El hábil criador español tuvo la sabiduría y habilidad de seleccionar lo poco bueno que llevaron los ingleses y desechar lo mucho malo. Con el tiempo el gallo criado en España, que por influencia de la sangre importada era llamado gallo inglés, se convirtió en un guerrero invencible al pelearlo con sus armas naturales, derrotando indiscriminadamente a todo sus oponentes y sirviendo como cimiento para la formación de nuevas estirpes.
En los países hispanoamericanos el gallo de pelea fue introducido por los conquistadores españoles, y en los Estados Unidos por los colonos ingleses é irlandeses. La afición y el arraigo que han cobrado las peleas de gallos en América ha sido tan notable, que ninguna disposición prohibitiva ha logrado desterrarla y seguramente nunca lo podrá hacer.
Algunos de los personajes más célebres que ha tenido Estados Unidos eran aficionados devotos y entusiastas a este pasatiempo. Abraham Lincoln gustaba de las peleas de gallos y además era un juez reputado; a Thomas Jefferson se le consideraba un ardiente aficionado; George Washington no sólo criaba y peleaba gallos, "brillándole de júbilo los ojos azules ante una reñida contienda", sino que los atendía personalmente y se dedicaba a escribir notas y comentarios sobre la crianza y el espectáculo. Fue tal su entusiasmo que desarrolló una famosa casta de gallos giros llamados Irish Grey y gustaba de dirigir personalmente los torneos del estado de Virginia.
Benjamín Franklin también fue famoso gallero y propuso que se usara el gallo de pelea como emblema nacional, en lugar del águila cobarde y rapaz. Después de una reñida contenida con argumentaciones en pro y en contra, perdió el gallo y fue elegida el águila para tan alto sitial por solamente un voto de diferencia.
Andrew Jackson fue otro devoto a las peleas de gallos y durante su período como presidente de los Estados Unidos de Norteamérica participó en algunos derbys y mano a mano en el Holmead Mayor, en la ciudad de Washington.
Es notorio que las peleas de gallos fueron la diversión favorita de los primeros pobladores de Norteamérica y hasta hace pocos años había una hermosa gallera establecida en los terrenos del capitolio de los Estados Unidos, en Washington, pues un gran número de congresistas eran aficionados a esta diversión. Actualmente, pese a la prohibición en la mayoría de los estados, se pelean tantos gallos como en cualquier otro país de América.
Existen varios testimonios que coinciden en afirmar que los primeros gallos y gallinas de pelea fueron traídos a América por los españoles. Gonzalo Fernández de Oviedo cita en el libro Historia general y natural de las Indias como los navíos del segundo viaje realizado por Cristóbal Colón se aprovisionaron en las islas canarias de "refresco de agua e leña e pan fresco e gallinas", y al escribir sobre los animales inexistentes en las indias en la época precolombina, dice: " Hanse traído a esta isla, e a las otras comarcas e a la Nueva España e a la tierra firme muchas gallinas e gallos de los nuestros de España".

Origen de los Gallos en el Perú


Como ya se mencionó anteriormente existen testimonios que coinciden en afirmar que los primeros gallos y gallinas fueron traídos a América por los españoles. Gálvez afirma que los cronistas anteriores al siglo XVIII no traen referencias concretas sobre la gallística. Y parece ser que las jugadas de gallos, no tenían por entonces mayor carácter público; pero, por otro lado existe evidencia de que los primeros gallos de pelea fueron traídos al Virreinato del Perú por doña Inés de Suárez, compañera del capitán don Pedro de Valdivia, prominente conquistador. Desde Lima se enviaron a todo el virreinato, se puede decir que tan pronto como los conquistadores pisaron tierra americana celebraron la primera riña de gallos. Los oficiales y caballeros españoles tuvieron buen cuidado de conservar la raza de sus gallos, pura, sin cruzarlos; no así los criollos, que bastardearon la raza al cruzarlos con gallinas corrientes, dando lugar al conglomerado de líneas existentes hoy en el llamado nuevo mundo.
Durante mucho tiempo, prácticamente hasta 1535 en el Perú no se conocía otro gallo de pelea que no fuera el español. La afición no avanzó ni se desenvolvió, sino hasta cuando fueron traídos los primeros gallos de México y cruzados con las aves existentes. De esto encontramos frecuentes menciones en los escritos de Paul Marcoy; el cual también menciona que en una época existió un criadero de gallos, para el cual no aparece otra explicación lógica como no sea el haber sido importado de las Indias Orientales Holandesas. Muchos de estos gallos pueden haber sido traídos por los piratas Holandeses que radicaban en el Golfo de Arauco (Chile); aparentemente por aquí empezó la ruta que los llevó al Callao, en Perú. Estas aves eran mayores que las Hispano Peruanas. Tanto las aves como las armas (navajas) con que juegan, fueron traídas de las Indias Holandesas. Pero sabemos que la navaja peruana fue diseñada tomando como modelo la navaja filipina y mexicana, aunque su peso y tamaño fueran influenciados por el de las javanesas.
El escritor chileno, Buffon, dice: nunca pudimos conocer las extrañas razas de gallos de pelea que se perpetuaron en Perú, exclusivamente para la riña. En Arauco (Chile) no se usaban como aves de pelea, sino que fueron mezcladas sin discriminación de ninguna especie con las razas bastardas del país.
Los bankivas, a pesar de las continuas importaciones, fueron desapareciendo, como desaparecieron de Perú los extraños perros mudos, que tanto intrigaron a los naturalistas.
La primera nota sobre las peleas de gallos escrita en el Perú, la encontramos en la publicación de Fuentes titulada Estadística de Lima publicada en 1558, en la cual se hace una descripción detallada del coliseo: "La cancha, o lugar de la lucha, es perfectamente circular, y tiene de circunferencia cuarenta y dos y media varas. Los asientos, colocados alrededor, forman nueve gradas que pueden alcanzar para 800 personas. tiene doce palcos bajos y treinta y uno altos, además de la galería del juez. La entrada vale dos reales por persona, hay doscientas ocho galleras, que son unos pequeños cuartos sin puertas, separados unos de otros por quinchas de caña. El juez recibe una gratificación (cuatro pesos) todas las tardes de lidia. Las jugadas se hacen casi todos los días. Concurren a ellas, por término medio cuatrocientas sesenta personas, y a las de mucho interés hasta mil doscientas, que son las que la casa puede contener. El número medio de corredores es quince. El dinero que, según datos fidedignos, se atraviesa todo el año, entre caja y apuestas, asciende a noventa y ocho mil pesos, no incluyéndose las jugadas extraordinarias, en las cuales toman parte personas de alta posición social, y en las que han sabido apostarse hasta veinte mil pesos en una tarde."
En 1653 el padre Andaluz Bernabé Cobo publica el libro titulado Historia del Nuevo Mundo; en el cual nos da testimonio de la temprana afición en el Perú escribiendo lo siguiente "No sólo sirven las gallinas de sustento para los hombres sino también los gallos de entrenamiento, como pasa en México, adonde los chinos los imponen a pelear unos con otros, y para esto los arman con agudas navajas que les ponen en los espolones; y ellos se embisten con tanto coraje, que se matan unos a otros. Acude no poca gente a ver esta pelea..."
A partir de ese entonces la historia es oscura, en el entonces Virreinato del Perú no se puede determinar cuándo tuvo lugar la primera lidia (riña) de gallos en Lima, pero se sabe por el libro Tradiciones Peruanas de don Ricardo Palma que medio siglo después de fundada la ciudad era ya general la afición, y que en las calles, plazuelas, huertas y aún en los claustros de los conventos había jugadas de a pico y de a navaja como sucede hoy en día.
También se dice que por el año de 1700 las jugadas de gallo eran motivo de desorden y alboroto público; por los continuos reclamos ante las autoridades competentes sobre la ventaja que tenía un oponente sobre otro, en cuanto al peso y tamaño de las aves se refiere. Y debido a que en el Perú de aquella época las aves de riña eran tan heterogéneas las autoridades del Callao disponen que en adelante los gallos salgan tapados o cubiertos para evitar medir o cotejar a sus oponentes y así evitar fraudes y reclamos.
En los pueblos de la costa, las festividades de ciertos santos se celebran con fuegos artificiales, toros y gallos, espectáculos que también tenían lugar en la elección de los prelados o en conmemoraciones especiales.
En los tiempos del Virrey Amat, era la plebe, la entusiasta por las lidias de gallos, así los artesanos y sirvientes desatendían sus deberes para jugar gallos en plena calle. Resultaban de aquí graves pendencias y alarmas para el vecindario pacífico.
En 1762 el general Ignacio de Escondón escribe y publica en Lima un folletín de ocho páginas, a dos columnas con un largo y pesado verso, celebrando las lidias de gallos y la erección de un coso de gallos, titulándolo Época galicana, égida galilea.
No atreviéndose el virrey a ponerse en pugna abierta con el pueblo, prohibiendo la riña de gallos, se dedicó a reglamentarla, y para ello aceptó la propuesta que le hizo el Catalán don Juan Garial para construir y explotar un coliseo con anfiteatro de nueve gradas en la Plazuela Santa Catalina y en terreno colindante con la muralla. La construcción concluyó en 1762, y el empresario Juan Garial se comprometió a dar anualmente quinientos pesos al cabildo y quinientos pesos al hospital de San Andrés, en compensación del privilegio exclusivo que éste tenía sobre la casa.
Al principio el Virrey Amat concedió permiso para que los domingos, días festivos, martes y jueves pudiese el empresario lidiar gallos; pero en 1781 pasó el edificio a ser propiedad del estado asignándose al juez del espectáculo el sueldo de quinientos pesos anuales.
En 1786, por Real cédula que vino de España, la licencia para reñir gallos se hizo extensiva a lo sábados.
En 1804 se traslado el coliseo o cancha de gallos a la calle del Mármol de Carbajal, en la parroquia de San Marcelo, edificio que estuvo en pie hasta 1,868, en que fue demolido, pasando a ser propiedad de un particular.
El 8 de septiembre de 1819 se realizó un gran torneo de gallos en la Plazuela de Cocharcas festejando a la patrona. En la cual intervenían de un lado la aristocracia de los pergaminos, y del otro lado la aristocracia del dinero, cruzando sumas fabulosas en las apuestas. El flamante Conde de Castañeda de los Lamos don Manuel Díez de Requejo era el jefe del partido nobiliario, jefe del bando contrario era Pío García, acaudalado minero de Cerro de Pasco, y el juez de la cancha era el regidor del cabildo Marqués de Corpa.
Pactándose una pelea de siete topadas (seis a navaja y una a pico). Perdiendo Manuel Díez de Requejo las 6 primeras peleas y veinte mil duros. Para la séptima pelea, que era de a pico y no de a navaja como las anteriores, había reservado el Conde un gallo que contaba con más victorias que Napoleón y el minero sacó un lechuza, machetón, pata amarilla, hijo de chusco y gallina terranova, aunque recio de cuadriles, y que en el careo casi cacarea. Esto animó al condecito y dirigiéndose al minero le dijo: "Amigo, es usted hombre para aceptarme un envite, le apuesto mi título de Conde contra todo lo que llevo perdido en la tarde"." Topo" contestó el minero; quedando libres los dos rivales en el ruedo, dando cuenta de su rival el lechuza (al Napoleón su Waterloo), dejándolo besar la tierra. Al otro día y ante el escribano de cabildo José María la Rosa se formalizó la escritura en virtud de la cual el título de Conde de Castañeda de los Lamos era transferido a Pío García, quien al enviar a España el documento, para su ratificación por Fernando VII, cuidó de acompañarlo con buen lastre de onzas de oro. La confirmación llego tarde; esto es, cuando ya San Martín y los insurgentes ocupaban el palacio de los virreyes. Parece que la Real Cédula confirmatoria cayó en manos de Monteagudo, y que el ministro la aproximo a la bujía para encender con ella un cigarro. Y los envidiosos que nunca faltan, bautizaron al minero con el título de "Conde de la Topada".
Proclamada la independencia, el ministro Monteagudo, por decreto del 16 de Febrero de 1822, prohíbe el juego de gallos y el coliseo permaneció cerrado hasta pocos meses después de la batalla de Ayacucho, en que los colombianos, que eran tan aficionados como los limeños a las peleas de gallos, pasaron por encima de la prohibición. Poco después el Consejo de Gobierno restableció las lidias, destinando el producto del remate del asiento para el sostenimiento del Seminario de Santo Toribio.
Continuó funcionando la casa de gallos hasta el 9 de febrero de 1832. El ministro de gobierno don Manuel Lorenzo Vidaurre pasó en esa fecha un oficio al Prefecto de Lima, en el que decía que no podía tolerarse que el producto de una casa de inmoralidad, patrocinadora del ocio y del fraude, se aplicase al Seminario de Santo Toribio, dándose por sustento a una escuela de virtud el pan producido por el vicio.
Vino la guerra civil, y con ella bastó una disposición prefectural para convertir en letra muerta el decreto supremo, hasta que bajo la administración del presidente Balta, se eliminó de la central calle Mármol de Carbajal el coliseo de gallos. A partir de esta fecha nada se sabe hasta 1874, donde las lidias de gallos alcanzan un auge tremendo y se inaugura el coliseo de Malambito o Portada del Callao.
La descripción que se hace en aquella época del gallero dice que es un tipo digno de estudio dejando aparte a los aficionados. El gallero cuya fortuna le permite criar sus gallos en cómodas casillas o galleras, y destinar dos o más criados para que los cuidasen, pero el más aficionado a estas lides era el pueblo, y se decía que no existía rapista o maestro de obra que no fuese insigne gallero. Tras la puerta de la barbería o al pie de la mesita de trabajo, y entre el cerote, las hormas y el tirapié, estuviera amarrado el malatobo, el ajiseco, el cenizo y el cazilí.
Cuidaban lo como a la niña del ojo, y bien podía faltarles el pan para su familia, antes que el maíz para su engreído. Ciencia se necesita para preparar un gallo, y cada aficionado tenía su método propio, fruto de la experiencia. El día de la lidia apenas si se le dejaba probar bocado al animal, porque recelaban que con el buche lleno anduviese pesado en su vuelo y movimientos. Por la tarde envolvíase el aficionado en su capa y, llevando bajo sus pliegues escondido al gallo, dirigíase al reñidero, acompañado de sus amigos, que habiendo conocido al animal desde pollo y vístolo topar, no daban por medio menos su victoria.
Ricardo Palma dice que pocos juegos se han prestado a trampas más que el de gallos para explotar a los incautos, echaban en la arena un gallo rozagante contra otro de enclenque aspecto. Las apuestas a favor del primero eran, por su puesto, numerosas, y teníanse por gran torpeza arriesgar un centavo en pro de su rival. Pero, ¡oh maravilla!, el gallazo o no hacía golilla, cacareaba y corría, o se dejaba matar por su contrario el gallito tísico. Los que estaban en autos sabían que el rozagante, o lo habían emborrachado, o puéstole un pedacito de plomo en la cola para embarazarle el vuelo, o hecho al infeliz alguna otra diablura.
Hubo un gallo reputado por invencible y que contaba por docenas las victorias, a la postre, una tarde se descubrió la trampa: era gallo blindado como los buques de guerra, su dueño lo armaba con una coraza de hoja de lata ingeniosamente dispuesta, y contra la que era impotente la navaja. Otro caso de fraude registrado esta vez en los legajos o códice 456 del archivo nacional, hay un pliego que contiene la copia de un recurso presentado al noble cabildo de lima el 30 de junio de 1802, apelando de una sentencia pronunciada por el regidor de espectáculos, en la que se dice: "Era la tarde de San Pedro Apóstol, y gran concurso de jugadores ocupaba el coliseo de gallos, situado entonces en la Plazuela de Santa Catalina. Tratábase de una pelea de 7 jugadas a navaja, el gallo destinado para defender la cuarta pelea era un malatobo, bien laminado y de excelente registro, famoso en los anales del coso por haber pisado la cancha 5 veces en lo corrido del año, y salido siempre incólume después de despachar a sus rivales. El dueño del malatobo no consintió nunca que otro individuo sino el en persona amarrase la navaja a su gallo, cosa propia de un verdadero aficionado. El rival un ajiseco claro, machetón, vencedor de 4 lidias. Careados los gallos, ambos se remontaron a la altura de una vara; tomaron tierra, y el ajiseco se le prendió a la mecha al malatobo; éste zafó con malicia arrastrando el ala izquierda, y mientras el ajiseco culebreaba en vago, su contrario le clavó la navaja. La batalla duro veintidós segundos, y nadie hubiera osado poner en duda el triunfo del malatobo si un muchacho no hubiera gritado: ¡camarón¡ ¡camarón, ¡ donde la palabra camarón significaba trampa. Era el caso que, enredado en las plumas del pescuezo y roto por los esfuerzos de la lucha, arrastraba un delgado cordoncillo al cual estaba atada una crucecita de Guamantanga. La gritería que se alzó en el coliseo fue atroz y algunos de los partidarios del difunto se vinieron con palos, sobre el dueño del malatobo quien cargando con su gallo, corrió a refugiarse al lado del regidor, juez de la lidia. Los partidarios del ajiseco sostuvieron que el malatobo no había jugado limpio; pues no debía la victoria a su ñeque o pujanza, sino más bien al amuleto o reliquia que lo hacia invencible. El regidor convino en que adornar un gallo con una crucecita de Guamantanga equivalía a recurrir a malas artes, y que había algo de hechicería, conjuro e irreverencia. Por ende declaró tablas la pelea y envió a la cárcel al dueño del malatobo (si el cabildo confirmó o revocó el fallo de su regidor, no lo dice el manuscrito).
La afición a las peleas de gallos empieza a decaer, y ya no se codean en el coso generales y magistrados con zapateros y rufianes, como sucedía hasta 1860, y para 1899, ninguna persona que en algo se estima concurre al coliseo, y aún entre el populacho va perdiendo terreno la afición a la riña de gallos.
Por otro lado se cuenta que era tan grande la afición a los gallos de pelea, que el general Antonio López de Santa Ana, cuando estuvo exiliado en Perú abrió una plaza de gallos para el beneplácito del pueblo limeño, pero la realidad sobre la actividad gallística de Santa Ana no se sabe y es difícil que se llegue a saber algún día. Lo que no admite duda es su calidad como criador, que le permitió establecer su famosa casta de cenizos, y la gran afición que tenía por todo lo relacionado con el gallo fino, ya fuese la cría, la preparación o el combate, e inclusive se dice que organizó el primer torneo marítimo internacional de pelea de gallos el cual se llevó a cabo en el Golfo de México cuando él era presidente de dicho país, y los participantes fueron el estadounidense Nick Arrngton y él.
El francés Max Radiguet, quien estuvo en el Perú hacia la mitad del siglo XIX, en su libro Souvenirs de L´Amérique Espagnole (Recuerdos de la América Española) dice: "Las peleas de gallos comparten con las corridas de toros el privilegio de atraer a la población limeña. Sin embargo, la casa de gallos nos ha parecido más particularmente visitada por las últimas clases de la sociedad. Sus aficionados son cholos, zambos y negros, que van allí a buscar sobre todo las emociones del juego..."
Desde 1899 en que las peleas de gallos sufren un descenso de público asistente y aficionados, no se tiene referencia de lo acontecido. Salvo la información de que no había la afición a pelear gallos de "Pico y Espuela". En forma aislada, lo hacía algún grupo de provincianos residentes en la capital, que cultivaban esta afición, herencia de su tierra; especialmente si procedían del norte peruano (Trujillo a Tumbes) o parte del oriente (Iquitos y pueblos ribereños del Amazonas). En Lima como en los departamentos adyacentes, las peleas se realizan con navaja libre, mayormente por los hacendados del valle y hombres de campo. Es así que durante las dos primeras décadas del presente siglo, se registraron oficialmente cuatro coliseos de a "navaja"; en Barranco, Magdalena, La Pampilla y el "Coliseo de Sandia" que el 15 de agosto de 1918 es inaugurado por su propietario César Aurelio Gonzáles- Vigil, ubicado en la calle del mismo nombre, el cual es reconstruido en 1933 a causa se un incendio. Este mismo señor construye coliseos en Pachacamac, La Oroya y Chancay.
Durante la década de 1940 a 1950 abren sus puertas tres coliseos más; uno en el puerto del Callao de propiedad del japonés Aguena, el más concurrido; uno en el Rímac, en la calle Francisco Pizarro y uno en Piñonate, en el distrito de San Martín de Porras, los tres de condición modesta.
En 1959, se inaugura el coliseo el Gallo de Oro, de propiedad de los señores Núñez y Guillén, en el jirón Guillermo Dansey, que luego fuera del señor Jamiz. Fue el máximo exponente entre los coliseos de pico durante muchos años, lo que le valió que fuera bautizado como "la cancha grande"
Durante 1960 a 1980, se abren nuevos coliseos, mayormente de condición modesta. En 1,969 se realiza el campeonato internacional de la Feria de la Alameda, organizado por la cervecería Backus y Johnston a la que se invitaron delegaciones de Chile, Colombia, Ecuador, España, México, Panamá y Puerto Rico trayendo consigo diferentes tipos de gallos, armas y reglamentos. A partir de esa fecha, se cambió el arma, de espuela de gallo natural o prensada postiza, a espina de pez sierra, pasando por las de carey, espina de raya, cuerno de venado, hueso, diente de lobo, nylon o cualquier material no metálico. El tipo de gallo fue variando de un criollo oriental, compuesto por diversas variedades de japonés, aseel, malayo y algo de inglés, al criollo bankivoide español.
Es así que en la década de 1940 no había límite de tiempo para la pelea. Luego en la década de 1960, fue reduciéndose a una hora, a 50 minutos y finalmente a 45 minutos. En la década de 1970, fue bajando de 40 minutos a 35, 25 y finalmente, en los años de 1980 a 20 minutos para últimamente rebajarlo a 15 minutos, tiempo al que llega un 20% de las peleas.
En 1988 es cerrado el coliseo Sandia y se traslada al coliseo el Rosedal de Surco, peleándose los lunes y miércoles por la noche navaja; mientras que los viernes y domingos, se realizan peleas de pico y espuela.
Cabe hacer notar, que actualmente existen en Lima, más de cien coliseos de gallos de a pico y espuela, y por lo menos cincuenta de navaja; en los que se juega principalmente de mayo a diciembre. Destacan principalmente el Coliseo Tradición Sandia en Barranco, el Coliseo de la Asociación Nacional de Criadores de gallos del Perú en Pachacamac, el Coliseo El Rosedal en Surco, el Coliseo Mamacona en Turín y el hermoso Coliseo del Círculo Gallístico del Perú en Lurín. Teniendo en la actualidad gran acogida, por ser un gran espectáculo, que en oportunidades se invita a través de órganos de difusión masiva, como la radio, televisión o los diarios. Incluso el Instituto Nacional de Cultura lo declaró como espectáculo cultural y Foptur lo promueve dentro de su calendario turístico, por ser nuestro gallo navajero único en su tipo en el mundo; considerado como raza el gallo navajero peruano y que Carlos A. Finsterbuch, menciona en su libro Cocfighting All Over the World, haciendo mención al señor Américo, como eminente aficionado peruano de gallos "navajeros" y juez del coliseo "La Pampilla", mostrando una fotografía de un ejemplar, la cual nos sirve de referencia para poder apreciar la evolución sufrida por esta variedad de gallo peruano hasta la fecha.

La Navaja en el Perú

A pesar de no conocerse datos exactos sobre el origen de la navaja peruana, se presume que el mismo se remonta a fines del siglo XVI, cuando llegaron gallos del Oriente a través del comercio marítimo existente. Muchos de estos animales fueron de origen holandés, mejicano y filipino, donde se utilizaban las famosas navajas de doble vena, que fueron las que se emplearon inicialmente en el Perú, pero con la diferencia, que las navajas filipinas llevaban y llevan actualmente un aro que se encaja en el dedo posterior de la pata del ave, mientras que la peruana tenía y tiene como base solamente una lira que se apoya alrededor del espolón del gallo.
El escritor chileno Buffon menciona; que las navajas tajantes son las que más se usan en Perú; algunas de considerable tamaño: seis a siete pulgadas a veces. Los gallos llevan una sola navaja en la pata izquierda, envuelta en botanas de cuero (zapatilla) hábilmente construidas y fijas firmemente por puntas de cera. Todo, hasta las cuerdas, tiene una medida legal, así se evitan hasta donde es humanamente posible toda clase de trampas y triquiñuelas. Con tales aceros las peleas son necesariamente mortales para ambos combatientes.
Los primeros informes escritos en el país se remontan al año 1558 aproximadamente, en donde Fuentes narra, sobre el uso de las navajas; y posteriormente don Ricardo Palma menciona el uso de estas con la forma de hoja de olivo, en las riñas de gallos de aquella época.
En la década de 1920 - 1930, un famoso artesano de navajas llamado Dionisio Jiménez, herrero mecánico de profesión comenzó a fabricar en su taller de Tambo de Mora (Chincha) navajas, probando diversos tamaños y formas; eliminando en 1928 una de las venas de la navaja y le da la forma que ahora tiene, llamándola hoja de olivo, transformándola en un arma más ligera y ofensiva, que es la que actualmente se usa en nuestro medio.
Antes de 1928 las navajas se confeccionaban de dos venas para poder darle temple al acero y por consiguiente para que no se rompan y la punta no se doble, debido al método de forjado que se empleaba y a la calidad del acero que se utilizaba.

¿Por qué se amarra la navaja en la pata izquierda?

Es una pregunta que se hace mucha gente cuando ve una pelea de gallos navajeros, incluso existen criadores y aficionados que no tienen una respuesta concreta a esta incógnita.
Razones se esgrimen de más, argumentando que el gallo es zurdo, el reglamento no permite amarrar la navaja en la pata derecha, lo cual es falso. Pero la razón más coherente y concreta por la que se amarra la navaja en la pata izquierda, es por la comodidad que representa la posición de dicha pata y casi el 90% de los amarradores son diestros (derechos), notándose mayor dificultad en los amarradores zurdos.
En pruebas realizadas armando a gallos en la pata derecha, éstos han tenido el mismo grado de ofensividad que los armados tradicionalmente en la izquierda, logrando herir y matar a sus rivales.
La navaja ha experimentado cambios con el paso de los años al igual que los gallos se han ido achicando. Antiguamente se usaban navajas entre 8.5 a 12 cm. y de doble vena y en la actualidad se utilizan las que van de 7 a 8 cm. y de una sola vena por ser más cortadoras y la forma de la hoja varía de acuerdo al gusto del amarrador y a la forma de pleito del gallo, sea éste de tiro, aire o registro. El gallo de aire debe emplear una navaja con la hoja un poco curva, mientras que el gallo de registro la debe llevar en forma de olivo o recta, Por otro lado se sugiere no emplear sus navajas dos veces en un día y que quien las afile sea una persona de confianza, para evitar su deterioro.
El proceso de fabricación de una navaja consta de cuatro pasos: primero se forja, luego se esmerila, se tiempla y finalmente se pule y se le da el acabado. Lo cual se realiza de la siguiente manera: se introduce el acero en bruto al horno, paulatinamente se da forma empleando el martillo, aplicando el sistema de forjado a 750 grados. Después se va desgastando poco a poco el acero, cortándolo y dándole la forma de una navaja. Nuevamente se pone al horno para enderezarla y ponerla a punto, luego se realiza el templado (enfriamiento brusco en aceite) para luego aplicar el revenido (calefacción de 400 grados). Con esto se da elasticidad, y finalmente viene el proceso de esmerilado afilado y pulido.

Amarre: Proceso por el cual se sujeta la navaja en la pata del gallo; cuya técnica varía según la persona que lo realiza. El material mínimo requerido para proceder a amarrar un gallo es el siguiente:

1. Zapatilla (base confeccionada con cuero).
2. Pita de cáñamo 2 a 3 brazadas (3 a 4 metros).
3. Cerote.
4. Funda para la navaja.
5. Navaja.
6. Encendedor y/o fósforos
7. Calzas.

Una vez que contamos con dichos artículos se procede al amarre de la navaja el cual se puede ejecutar de la siguiente manera:

a) Se calienta la cera y se unta la pita, lo que comúnmente llamamos encerotar la pita.

b) Colocamos la zapatilla en la pata izquierda del gallo verificando que encaje perfectamente, de manera que la cara expuesta hacia arriba quede lo mas plana posible, si no fuera así se cambia de zapatilla o se utilizan calzas de forma que se rellene los huecos entre la pata y la zapatilla. Una vez firme se ajusta a la espuela con ayuda de la pita dándole 4 vueltas con la pita en la parte alta y 4 en la parte baja, pudiendo encimar otras vueltas sobre éstas, a criterio del amarrador; se sienta la navaja sobre estas vueltas, dejando la guía a mitad de la zapatilla. En esta etapa se verifica que la navaja sea la adecuada y encaje perfectamente sobre la zapatilla, luego se orienta la punta hacia el punto elegido por el amarrador en el codo del gallo el cual puede ser el canal central entre los dos codos, el codo externo o el codo interno según la costumbre de la persona que esté amarrando. Fundamentos para afirmar cuál es el correcto hay muchos como el que dice que cuando la navaja se orienta con el codo interno baja pata o abre huevera, pero como no es nuestra intención debatir pero sí orientar no nos vamos a detener en este punto.
Orientada la punta se procede a orientar la base de la navaja con el centro del dedo posterior o dedo chico de la pata del ave. Se da 4 vueltas con la pita sobre el aro de la navaja y se rechequea el punto por si se hubiera movido la navaja. Si está perfecta, se lía la navaja en forma constante, cubriendo los brazos del aro hasta poco antes del nacimiento. Acto seguido procedemos a afianzar la navaja haciendo 3 ó 4 ochos sobre la base del nacimiento de la hoja.
En esta etapa se rectifica la recta que se ha debido formar entre la punta y el nacimiento de la navaja, debiendo formar escuadra con el borde superior del pitón o espuela.
Después subimos el hilo incrustándolo entre la zapatilla y el brazo izquierdo de la navaja. Se pasa luego por abajo de la zapatilla y se vuelve a subir lo incrustándolo entre la zapatilla y el brazo derecho de la navaja, repitiendo esto unas 3 a 4 veces, con la finalidad de evitar cualquier pasible movimiento causado por el movimiento de palanca que se produce a la hora de ejecutar la puñalada.
Luego con la pita sobrante se cubre el centro con vueltas circulares sobre la zapatilla y los brazos del aro de la navaja.
Para finalmente rematar encajando la punta de la pita entre la zapatilla y cualquiera de los brazos del aro de la navaja.
Después de que el juez de su conformidad, cuidadosamente cubrirá la navaja con la funda o cubierta hasta cuando se de la autorización para el inicio de la pelea, momento en el cual se retirará y quedará expuesta la navaja.

La Tradición del Manto y Traba en el Perú

Es tradicional presentar los gallos navajeros en el ruedo con Manto y Traba, que representa una costumbre muy española, dado que los caballeros españoles cubrían sus gallos con sus mantos o capas a sus gallos, con el fin de que el adversario no supiera el gallo que llevaba a lidiar.
En lidias especiales el caballero cubría su gallo con el manto que simbolizaba sus títulos nobiliarios, familia de procedencia y colores de su familia, realzando el espectáculo por su abolengo. En condiciones ordinarias los gallos solo eran cubiertos por las capas de los caballeros.
Esta tradición se mantiene hasta el día de hoy, pero esta perdiendo la verdadera esencia de que el manto representa al criador por sus colores y apellidos.



sábado, julio 16, 2005

Nuestro Patrono


San Francisco Javier
1506-1552
Sacerdote misionero Jesuita en el lejano Oriente
Fiesta: 3 de diciembre

Son pocos los hombres que tienen el corazón tan grande como para responder a la llamada de Jesucristo e ir a evangelizar hasta los confines de la tierra. San Francisco Javier es uno de esos. Con razón ha sido llamado: "El gigante de la historia de las misiones" y el Papa Pío X lo nombró patrono oficial de las misiones extranjeras y de todas las obras relacionadas con la propagación de la fe. La oración del día de su fiesta dice así: "Señor, tú has querido que varias naciones llegaran al conocimiento de la verdadera religión por medio de la predicación de San Francisco Javier". El famoso historiador Sir Walter Scott comentó: "El protestante más rígido y el filósofo más indiferente no pueden negar que supo reunir el valor y la paciencia de un mártir con el buen sentido, la decisión, la agilidad mental y la habilidad del mejor negociador que haya ido nunca en embajada alguna".


Francisco nació en 1506, en el castillo de Javier en Navarra, cerca de Pamplona, España. Era el benjamín de la familia. A los dieciocho años fue a estudiar a la Universidad de París, en el colegio de Santa Bárbara, donde en 1528, obtuvo el grado de licenciado. Dios estaba preparando grandes cosas, por lo que dispuso que Francisco Javier tuviese como compañero de la pensión a Pedro Favre, que sería como él jesuita y luego beato, también providencialmente conoció a un extraño estudiante llamado Ignacio de Loyola, ya bastante mayor que sus compañeros. Al principio Francisco rehusó la influencia de Ignacio el cual le repetía la frase de Jesucristo: "¿De qué le sirve a un hombre ganar el mundo entero, si se pierde a sí mismo?". Este pensamiento al principio le parecía fastidioso y contrario a sus aspiraciones, pero poco a poco fue calando y retando su orgullo y vanidad. Por fin San Ignacio logró que Francisco se apartara un tiempo para hacer un retiro especial que el mismo Ignacio había desarrollado basado en su propia lucha por la santidad. Se trata de los "Ejercicios Espirituales". Francisco fue guiado por Ignacio en aquellos días de profundo combate espiritual y quedó profundamente transformado por la gracia de Dios. Comprendió las palabras que Ignacio: "Un corazón tan grande y un alma tan noble no pueden contentarse con los efímeros honores terrenos. Tu ambición debe ser la gloria que dura eternamente".


Llegó a ser uno de los siete primeros seguidores de San Ignacio, fundador de los jesuitas, consagrándose al servicio de Dios en Montmatre, en 1534. Hicieron voto de absoluta pobreza, y resolvieron ir a Tierra Santa para comenzar desde allí su obra misionera, poniéndose en todo caso a la total dependencia del Papa. Junto con ellos recibió la ordenación sacerdotal en Venecia, tres años más tarde, y con ellos compartió las vicisitudes de la naciente Compañía. Abandonado el proyecto de la Tierra Santa, emprendieron camino hacia Roma, en donde Francisco colaboró con Ignacio en la redacción de las Constituciones de la Compañía de Jesús. Bien dice el Libro del Eclesiástico: "Encontrar un buen amigo es como encontrarse un gran tesoro".


A las Misiones
En 1540, San Ignacio envió a Francisco Javier y a Simón Rodríguez a la India en la primera expedición misional de la Compañía de Jesús. Para embarcarse, Francisco Javier llegó a Lisboa hacia fines de junio. Inmediatamente, fue a reunirse con el P. Rodríguez, quien se ocupaba de asistir e instruir a los enfermos en el hospital donde vivía. Javier se hospedó también ahí y ambos solían salir a instruir y catequizar en la ciudad. Pasaban los domingos oyendo confesiones en la corte, pues el rey Juan III los tenía en gran estima. Esa fue la razón por la que el P. Rodríguez tuvo que quedarse en Lisboa. También San Francisco Javier se vio obligado a permanecer ahí ocho meses y, fue por entonces cuando escribió a San Ignacio: "El rey no está todavía decidido a enviarnos a la India, porque piensa que aquí podremos servir al Señor tan eficazmente como allí". Pero Dios tenía otros planes y Francisco Javier partió hacia las misiones el 7 de abril de 1541, cuando tenía 35 años, el rey le entregó un breve por el que el Papa le nombraba nuncio apostólico en el oriente. El monarca no pudo conseguir que aceptase más que un poco de ropa y algunos libros. Tampoco quiso Javier llevar consigo a ningún criado, alegando que "la mejor manera de alcanzar la verdadera dignidad es lavar los propios vestidos sin que nadie lo sepa". Con él partieron a la India el P. Pablo de Camerino, que era italiano, y Francisco Mansilhas, un portugués que aún no había recibido las órdenes sagradas. En una afectuosa carta de despedida que el santo escribió a San Ignacio, le decía a propósito de este último, que poseía "un bagaje de celo, virtud y sencillez, más que de ciencia extraordinaria".


Otros cuatro navíos completaban la flota. En el barco viajaba el gobernador de la India, Don Martín Alfonso Sousa y, además de la tripulación, había pasajeros, soldados, esclavos y convictos. Entre la tripulación y entre los pasajeros había gente de toda clase, de suerte que Javier tuvo que mediar en reyertas, combatir la blasfemia, el juego y otros desórdenes. Francisco se encargó de catequizar a todos. Los domingos predicaba al pie del palo mayor de la nave. Convirtió su camarote en enfermería y se dedicó a cuidar a todos los enfermos, a pesar de que, al principio del viaje, los mareos le hicieron sufrir mucho a él también. Pronto se desató a bordo una epidemia de escorbuto y sólo los misioneros se encargaban del cuidado de los enfermos. La expedición navegó meses para alcanzar el Cabo de Buena Esperanza en el extremo sur del continente africano y llegar a la isla de Mozambique, donde se detuvo durante el invierno; después siguió por la costa este del Afrecha oriental y se detuvo en Malindi y en Socotra. Por fin, la expedición llegó a Goa, el 6 de mayo de 1542 tardándoles el doble de lo normal. San Francisco Javier se estableció en el hospital hasta que llegaron sus compañeros, cuyo navío se había retrasado.


La Pérdida de la fe entre los Cristianos de las Colonias
Goa era colonia portuguesa desde 1510. Había ahí un número considerable de cristianos, con obispo, clero y varias iglesias. Desgraciadamente, muchos de los portugueses se habían dejado arrastrar por la ambición, la usura y los vicios, hasta el extremo de que muchos abandonaban la fe. Los sacramentos habían caído en desuso; se usaba el rosario para contar el número de azotes que mandaban dar a sus esclavos. La escandalosa conducta los cristianos alejaba de la fe a los infieles. Esto fue un reto para San Francisco Javier. Además, fuera de Goa había a lo más, cuatro predicadores y ninguno de ellos era sacerdote. El misionero comenzó por instruir a los portugueses en los principios de la religión y a formar a los jóvenes en la práctica de la virtud. Después de pasar la mañana en asistir y consolar a los enfermos y a los presos, en hospitales y prisiones miserables, recorría las calles tocando una campanita para llamar a los niños y a los esclavos al catecismo. Estos acudían en gran cantidad y el santo les enseñaba el Credo, las oraciones y la practica de la vida cristiana. Todos los domingos celebraba la misa a los leprosos, predicaba a los cristianos y a los hindúes y visitaba las casas. Su amabilidad y su caridad con el prójimo le ganaron muchas almas. Uno de los pecados más comunes era el concubinato de los portugueses de todas las clases sociales con las mujeres del país, dado que había en Goa muy pocas portuguesas. Tursellini, el autor de la primera biografía de San Francisco Javier, que fue publicada en 1594, describe con viveza los métodos que empleó el santo para combatir aquella vida de pecado. Por ellos, puede verse el tacto con que supo Javier predicar la moralidad cristiana, demostrando que no contradecía ni al sentido común, ni a los instintos verdaderamente humanos. Para instruir a los pequeños y a los ignorantes, el santo solía adaptar las verdades del cristianismo a la música popular, un método que tuvo tal éxito que, poco después, se cantaban las canciones que él había compuesto, lo mismo en las calles que en las casa, en los campos que en los talleres.


Misionero con los Paravas
Cinco meses más tarde, se enteró Javier de que en las costas de la Pesquería, que se extienden frente a Ceilán desde el Cabo de Comorín hasta la isla de Manar, habitaba la tribu de los paravas. Estos habían aceptado el bautismo para obtener la protección de los portugueses contra los árabes y otros enemigos; pero, por falta de instrucción, conservaban aún las supersticiones del paganismo y practicaban sus errores
1.. Javier partió en auxilio de esa tribu que "sólo sabía que era cristiana y nada más". El santo hizo trece veces aquel viaje tan peligroso, bajo el tórrido calor del sur de Asia. A pesar de la dificultad, aprendió el idioma nativo y se dedicó a instruir y confirmar a los ya bautizados. Particular atención consagró a la enseñanza del catecismo a los niños. Los paravas, que hasta entonces no conocían siquiera el nombre de Cristo, recibieron el bautismo en grandes multitudes. A este propósito, Javier informaba a sus hermanos de Europa que, algunas veces, tenía los brazos tan fatigados por administrar el bautismo, que apenas podía moverlos. Los generosos paravas, que eran considerados de casta baja, extendieron a San Francisco Javier una acogida calurosa, en tanto que los brahamanes, de clase alta, recibieron al santo con gran frialdad, y su éxito con ellos fue tan reducido que, al cabo de doce meses, sólo había logrado convertir a un brahamán. Según parece, en aquella época Dios obró varias curaciones milagrosas por medio de Javier.


Por su parte, Javier se adaptaba plenamente al pueblo con el que vivía. Con los pobres comía arroz y dormía en el suelo de una pobre choza. Dios le concedió maravillosas consolaciones interiores. Con frecuencia, decía Javier de sí mismo: "Oigo exclamar a este pobre hombre que trabaja en la viña de Dios: 'Señor no me des tantos consuelos en esta vida; pero, si tu misericordia ha decidido dármelos, llévame entonces todo entero a gozar plenamente de Ti '". Javier regresó a Goa en busca de otros misioneros y volvió a la tierra de los paravas con dos sacerdotes y un catequista indígena y con Francisco Mansilhas a quienes dejó en diferentes puntos del país. El santo escribió a Mansilhas una serie de cartas que constituyen uno de los documentos más importantes para comprender el espíritu de Javier y conocer las dificultades con que se enfrentó.


El Escándalo de los Malos Cristianos: Espina en el Corazón
Nada podía desanimar a Francisco. "Si no encuentro una barca- dijo en una ocasión- iré nadando". Al ver la apatía de los cristianos ante la necesidad de evangelizar comentó: "Si en esas islas hubiera minas de oro, los cristianos se precipitarían allá. Pero no hay sino almas para salvar". Deseaba contagiar a todos con su celo evangelizador.


El sufrimiento de los nativos a manos de los paganos y de los portugueses se convirtió en lo que él describía como "una espina que llevo constantemente en el corazón". En cierta ocasión, fue raptado un esclavo indio y el santo escribió: "¿Les gustaría a los portugueses que uno de los indios se llevase por la fuerza a un portugués al interior del país?. Los indios tienen idénticos sentimientos que los portugueses". Poco tiempo después, San Francisco Javier extendió sus actividades a Travancore. Algunos autores han exagerado el éxito que tuvo ahí, pero es cierto que fue acogido con gran regocijo en todas las poblaciones y que bautizó a muchos de los habitantes. En seguida, escribió al P. Mansilhas que fuese a organizar la Iglesia entre los nuevos convertidos. En su tarea solía valerse el santo de los niños, a quienes seguramente divertía mucho repetir a otros lo que acababan de aprender de labios del misionero. Los badagas del norte cayeron sobre los cristianos de Comoín y Tuticorín, destrozaron las poblaciones, asesinaron a varios y se llevaron a otros muchos como esclavos. Ello entorpeció la obra misional del santo. Según se cuenta, en cierta ocasión, salió solo Javier al encuentro del enemigo, con el crucifijo en la mano, y le obligó a detenerse. Por otra parte, también los portugueses entorpecían la evangelización; así, por ejemplo, el comandante de la región estaba en tratos secretos con los badagas. A pesar de ello, cuando el propio comandante tuvo que salir huyendo, perseguido por los badagas, San Francisco Javier escribió inmediatamente al P. Mansilhas: "Os suplico, por el amor de Dios, que vayáis a prestarle auxilio sin demora". De no haber sido por los esfuerzos infatigables del santo, el enemigo hubiese exterminado a los paravas. Y hay que decir, en honor de esa tribu, que su firmeza en la fe católica resistió a todos los embates.


El reyezuelo de Jaffna (Ceilán del norte), al enterarse de los progresos que había hecho el cristianismo en Manar, mandó asesinar ahí a 600 cristianos. El gobernador, Martín de Sousa, organizó una expedición punitiva que debía partir de Negatapam. San Francisco Javier se dirigió a ese sitio; pero la expedición no llegó a partir, de suerte que el santo decidió emprender una peregrinación, a pie, al santuario del Apóstol Santo Tomás en Milapur, donde había una reducida colonia portuguesa a la que podía prestar sus servicios. Se cuentan muchas maravillas de los viajes de San Francisco Javier. Además de la conversión de numerosos pecadores públicos europeos, a los que se ganaba con su exquisita cortesía, se le atribuyen también otros milagros.


Carta de Protesta al Rey
En 1545, el santo escribió desde Cochín al rey de Portugal, en la que le daba cuenta del estado de la misión. En ella habla del peligro en que estaban los neófitos de volver al paganismo, "escandalizados y desalentados por las injusticias y vejaciones que les imponen los propios oficiales de Vuestra Majestad . . . Cuando nuestro Señor llame a Vuestra Majestad a juicio, oirá tal vez Vuestra Majestad las palabras airadas del Señor: '¿Por qué no castigaste a aquellos de tus súbitos sobre los que tenías autoridad y que me hicieron la guerra en la India? ' ". El santo habla muy elogiosamente del vicario general en las Indias, Don Miguel Vaz, y ruega al rey que le envíe nuevamente con plenos poderes, una vez que éste haya rendido su informe en Lisboa. "Como espero morir en estas partes de la tierra y no volveré a ver a Vuestra Majestad en este mundo, ruégole que me ayude con sus oraciones para que nos encontremos en el otro, ciertamente estaremos más descansados que en éste". San Francisco Javier repite sus alabanzas sobre el vicario general en una carta al P. Simón Rodríguez, en donde habla todavía con mayor franqueza acerca de los europeos: "No titubean en hacer el mal, porque piensan que no puede ser malo lo que se hace sin dificultad y para su beneficio. Estoy aterrado ante el número de inflexiones nuevas que se dan aquí a la conjugación del verbo 'robar' ".


Malaca y el Gozo de Servir al Señor
En la primavera de 1545, San Francisco Javier partió para Malaca, donde pasó cuatro meses. Malaca era entonces una ciudad grande y próspera. Albuquerque la había conquistado para la corona portuguesa en 1511 y, desde entonces, se había convertido en un centro de costumbres licenciosas. Anticipándose a la moda que se introduciría varios siglos más tarde, las jóvenes se paseaban en pantalones, sin tener siquiera la excusa de que trabajaban como los hombres. El santo fue acogido en la ciudad con gran reverencia y cordialidad, y tuvo cierto éxito en sus esfuerzos de reforma.


En los dieciocho meses siguientes, es difícil seguirle los pasos. Fue una época muy activa y particularmente interesante, pues la pasó en un mundo en gran parte desconocido, visitando ciertas islas a las que él da el nombre genérico de Molucas y que es difícil identificar con exactitud. Sabemos que predicó y ejerció el ministerio sacerdotal en Amboina, Ternate, Gilolo y otros sitios, en algunos de los cuales había colonia de mercaderes portugueses. Aunque sufrió mucho en aquella misión, escribió a San Ignacio: "Los peligros a los que me encuentro expuesto y los trabajos que emprendo por Dios, son primavera de gozo espiritual. Estas islas son el sitio del mundo en que el hombre puede más fácilmente perder la vista de tanto llorar; pero se trata de lágrimas de alegría. No recuerdo haber gustado jamás tantas delicias interiores y los consuelos no me dejan sentir el efecto de las duras condiciones materiales y de los obstáculos que me oponen los enemigos declarados y los amigos aparentes". De vuelta a Malaca, el santo pasó ahí otros cuatro meses predicando. Antes de volver a la India, oyó hablar del Japón a unos mercaderes portugueses y conoció personalmente a un fugitivo del Japón, llamado Anjiro. Javier desembarcó nuevamente en la India, en enero de 1548.


Pasó los siguientes quince meses viajando sin descanso entre Goa, Ceilán y Cabo de Comorín, para consolidar su obra (sobre todo el "Colegio Internacional de San Pablo" en Goa) y preparar su partida al misterioso Japón, en el que hasta entonces no había penetrado ningún europeo. Escribió la última carta al rey Juan III, a propósito de un obispo armenio y de un fraile franciscano. En ella decía: "La experiencia me ha enseñado que Vuestra Majestad tiene poder para arrebatar a las Indias sus riquezas y disfrutar de ellas, pero no lo tiene para difundir la fe cristiana".


Japón
En abril de 1549, partió de la India, acompañado por otro sacerdote de la Compañía de Jesús y un hermano coadjutor, por Anjiro (que había tomado el nombre de Pablo) y por otros dos japoneses que se habían convertido al cristianismo. El día de la fiesta de la Asunción desembarcaron en Kagoshima, Japón. En Kagoshima, los habitantes los dejaron en paz. San Francisco Javier se dedicó a aprender el japonés lo cual no era nada fácil para el. Sin embargo logró traducir al japonés una exposición muy sencilla de la doctrina cristiana que repetía a cuantos se mostraban dispuestos a escucharle. Al cabo de un año de trabajo, había logrado unas cien conversiones. Ello provocó las sospechas de las autoridades, las cuales le prohibieron que siguiese predicando. Entonces, el santo decidió trasladarse a otro sitio con sus compañeros, dejando a Pablo al cuidado de los neófitos. Antes de partir de Kagashima, fue a visitar la fortaleza de Ichku; ahí convirtió a la esposa del jefe de la fortaleza, al criado de ésta, a algunas personas más y dejó la nueva cristiandad al cargo del criado. Diez años más tarde, Luis de Almeida, médico y hermano coadjutor de la Compañía de Jesús, encontró en pleno fervor a esa cristiandad aislada.


San Francisco Javier se trasladó a Hirado, al norte de Nagasaki. El gobernador de la ciudad acogió bien a los misioneros, de suerte que en unas cuantas semanas pudieron hacer más de lo que había hecho en Kagoshima en un año. El santo dejó esa cristiandad a cargo del P. de Torres y partió con el hermano Fernández y un japonés a Yamaguchi, en Honshu. Ahí predicó en las calles y delante del gobernador; pero no tuvo ningún éxito y las gentes de la región se burlaron de él.
Javier quería ir a Miyako (Kioto), que era entonces la principal ciudad del Japón. Después de trabajar un mes en Yamaguchi, donde apenas cosechó algo más que afrentas, prosiguió el viaje con sus dos compañeros. Como el mes de diciembre estaba ya muy avanzado, los aguaceros, la nieve y los abruptos caminos hicieron el viaje muy penoso. En febrero, llegaron los misioneros a Miyako. Ahí se enteró el santo de que para tener una entrevista con el mikado necesitaba pagar una suma mucho mayor a la que poseía. Por otra parte, como una guerra civil hacía estragos en la ciudad, San Francisco Javier comprendió que, por el momento, no podía hacer ningún bien ahí, por lo cual volvió a Yamaguchi, quince días después. Viendo que la pobreza de su persona se convertía en un obstáculo para llegar al gobernador, se vistió con gran pompa y fue al gobernador escoltado por sus compañeros, con toda la regalía de su título de embajador de Portugal. Le entregó las cartas que le habían dado para el caso las autoridades de la India y le regaló una caja de música, un reloj y unos anteojos, entre otras cosas. El gobernador quedó encantado con esos regalos, dio al santo permiso de predicar y le cedió un antiguo templo budista para que se alojase mientras estuviese ahí. Habiendo obtenido así la protección oficial, San Francisco Javier predicó con gran éxito y bautizó a muchas personas.


Habiéndose enterado de que un navío portugués había atracado en Funai (Oita) de Kiushu, el santo partió para allá y resolvió partir en ese barco a visitar sus comunidades cristianas en la India antes de hacer el deseado viaje a China. Los cristianos del Japón, que eran ya unos 2000 quedaron al cuidado del P. Cosme de Torres y del hermano Fernández. A pesar de las dificultades que sufrió, San Francisco Javier opinaba que "no hay entre los infieles ningún pueblo más bien dotado que el japonés".


Regreso a la India y expedición a la China
La cristiandad había prosperado en la India durante la ausencia de Javier; pero también se habían multiplicado las dificultades y los abusos, tanto entre los misioneros como entre las autoridades portuguesas, y todo ello necesitaba urgentemente la atención del santo. Francisco Javier emprendió la tarea con tanta caridad como firmeza. Cuatro meses después, el 25 de abril de 1552, se embarcó nuevamente, llevando por compañeros a un sacerdote y un estudiante jesuitas, un criado indio y un joven chino que hubiera sido su intérprete si no hubiese olvidado su lengua natal. En Malaca, el santo fue recibido por Diego Pereira, a quien el virrey de la India había nombrado embajador ante la corte de China.

San Francisco tuvo que hablar en Malaca sobre dicha embajada con Don Alvaro de Ataide, hijo de Vasco de Gama, que era el jefe en la marina de la región. Como Alvaro de Ataide era enemigo personal de Diego Pereira, se negó a dejar partir Pereira y a Francisco Javier, tanto en calidad de embajador como de comerciante. Ataide no se dejó convencer por los argumentos de Francisco Javier, ni siquiera cuando éste le mostró el breve de Paulo III por el que había sido nombrado nuncio apostólico. Por el hecho de oponer obstáculos a un nuncio pontificio, Ataide incurría en la excomunión. Finalmente, Ataide permitió que Francisco Javier partiese a la China. El santo envió al Japón al sacerdote jesuita y sólo conservó a su lado al joven chino, que se llamaba Antonio. Con su ayuda, esperaba poder introducirse furtivamente en China, que hasta entonces había sido inaccesible a los extranjeros. A fines de agosto de 1552, la expedición llegó a la isla desierta de Sancián (Shang-Chawan) que dista unos veinte kilómetros de la costa y está situada a cien kilómetros al sur de Hong Kong.


Muerte a las Puertas de China
Por medio de una de las naves, Francisco Javier escribió desde ahí varias cartas. Una de ellas iba dirigida a Pereira, a quien el santo decía: "Si hay alguien que merezca que Dios le premie en esta empresa, sois vos. Y a vos se deberá su éxito". En seguida, describía las medidas que había tomado: con mucha dificultad y pagando generosamente, había conseguido que un mercader chino se comprometiese a desembarcar de noche en Cantón, no sin exigirle que jurase que no revelaría su nombre a nadie. En tanto que llegaba la ocasión de realizar el proyecto, Javier cayó enfermo. Como sólo quedaba uno de los navíos portugueses, el santo se encontró en la miseria. En su última carta escribió: "Hace mucho tiempo que no tenía tan pocas ganas de vivir como ahora". El mercader chino no volvió a presentarse. El 21 de noviembre, el santo se vio atacado por una fiebre y se refugió en el navío. Pero el movimiento del mar le hizo daño, de suerte que al día siguiente pidió que le trasportasen de nuevo a tierra. En el navío predominaban los hombres de Don Alvaro de Ataide, los cuales, temiendo ofender a éste, dejaron a Javier en la playa, expuesto al terrible viento del norte. Un compasivo comerciante portugués le condujo a su cabaña, tan maltrecha, que el viento se colaba por las rendijas. Ahí estuvo Francisco Javier, consumido por la fiebre. Sus amigos le hicieron algunas sangrías, sin éxito alguno. Entre los espasmos del delirio, el santo oraba constantemente. Poco a poco, se fue debilitando. El sábado 3 de diciembre, según escribió Antonio, "viendo que estaba moribundo, le puse en la mano un cirio encendido. Poco después, entregó el alma a su creador y Señor con gran paz y reposo, pronunciando el nombre de Jesús". San Francisco Javier tenía entonces cuarenta y seis años y había pasado once en el oriente. Fue sepultado el domingo por la tarde. Al entierro asistieron Antonio, un portugués y dos esclavos.
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Cuerpo se Conserva Incorrupto
Uno de los tripulantes del navío había aconsejado que se llenase de barro el féretro para poder trasladar más tarde los restos. Diez semanas después, se procedió a abrir la tumba. Al quitar el barro del rostro, los presentes descubrieron que se conservaba perfectamente fresco y que no había perdido el color; también el resto del cuerpo estaba incorrupto y sólo olía a barro. El cuerpo fue trasladado a Malaca, donde todos salieron a recibirlo con gran gozo, excepto Don Alvaro de Ataide. Al fin del año, fue trasladado a Goa, donde los médicos comprobaron que se hallaba incorrupto. Ahí reposa todavía, en la iglesia del Buen Jesús.


Francisco Javier fue canonizado en 1622, al mismo tiempo que Ignacio de Loyola, Teresa de Avila, Felipe Neri e Isidro el Labrador.


NOTAS
1 -El P. Coleridge, S. J.: "Probablemente todos los misioneros que han ido a regiones en las que sus compatriotas se hallaban ya establecidos . . . han encontrado en ellos a los peores enemigos de su obra de evangelización. En este sentido, las naciones católicas son tan culpables como las protestantes. España, Francia y Portugal son tan culpables como Inglaterra y Holanda".
2 Antonio describió los últimos días del santo, en una carta a Manuel Teixeira, el cual la publicó en su biografía de San Francisco Javier.BIBLIOGRAFIAEliécer Sálesman, P. - Vidas de los Santos Mario Sgarbossa - Luigi Giovannini - Un Santo Para Cada Día